Las organizaciones funcionan como un equipo de fútbol. Cada miembro del mismo tiene claras sus funciones, sabe dónde debe ubicarse, planea con agilidad cada jugada y sabe que un solo error de uno de sus miembros, puede llevarlo a la pérdida del partido.
Los futbolistas son el mejor ejemplo como símil o comparación, cuando de organizaciones o empresas públicas o privadas de cualquier orden, se quiere hablar. Y es que en el nuevo milenio se incrementa el reto de ir en la búsqueda permanente de la calidad, teniendo claro que el primer factor de calidad es el capital humano.
Los japoneses tienen como principio de calidad, “hacer las cosas bien desde el primer momento”. Para algunos municipios colombianos, resulta difícil alcanzar el concepto y el problema no es otro distinto, al hecho de que no se cumple con un proceso a fin de que cada miembro de la organización contribuya a la meta esperada. Es como si el arquero de un equipo, se distrajera en el momento en el cual ve llegar el balón. Ahí estará el gol.
Son innumerables las situaciones diarias en las que se detecta la falta de calidad y sin embargo, no se superan. Hay hechos inauditos que suceden por olvidos, eso significa, que no se tuvo claro el procedimiento y el cumplimiento de alguno de los integrantes de un equipo de trabajo. Pero precisamente, el equipo está, para apoyar y reorientar a quien no ha podido avanzar al mismo ritmo.
En la Edad Media, se utilizaba el término equipo para referirse al momento de embarcar, con el fin de que la nave contara con todo lo necesario para el viaje. Hoy los seres humanos que hacen parte de un equipo académico, laboral, empresarial, saben que el objetivo es alcanzar una meta y si uno de sus miembros falla, el equipo está fallando y no ha obrado como tal.
La calidad es posible y es una exigencia en la vertiginosa competencia a la cual está enfrentada el mundo, las oportunidades hay que tomarlas.
La clave está en la educación, el problema está en que los pueblos se adaptan y entran en zona de confort, aceptando ser parte de la crítica pero no de la solución.
Nos hemos acostumbrado a los errores, a que los compromisos se posterguen, las entregas pactadas de megaproyectos se aplacen, sin prever los daños y perjuicios que se causan. Nos adaptamos a ser parte de los últimos lugares en el ranking de pruebas internacionales, pero no hay reacción masiva, ya aceptamos ser los últimos o ubicarnos en un término medio.
Comentarios