Es bueno para el país que los temas de la educación vuelvan a ser de interés de muchas personas. La divulgación del estudio de la Fundación Compartir, ‘Tras la excelencia docente’, y la nueva presentación que los medios de comunicación han hecho a los resultados de las pruebas Pisa del año pasado, han creado un clima de opinión con diferentes tonos emocionales sobre la situación educativa del país.
Se pretende movilizar a los empresarios en torno al propósito de intervenir sobre el mejoramiento de la calidad educativa; se espera que los candidatos a la Presidencia de la República se comprometan desde ya en este tema. Eso me parece acertado.
En principio es pertinente precisar que no ha habido real interés por la educación de parte de los ciudadanos en general y de los mandatarios en particular. Prueba de ello es que el sistema de financiación del gasto educativo sigue igual desde la expedición de la Ley 715 de 2002, que modificó las transferencias nacionales para el gasto educativo.
Si los parlamentarios actuales y los recientemente elegidos quieren transformaciones reales sobre la calidad educativa del país y los candidatos presidenciales están de acuerdo en ello, deben comenzar por transformar el sistema de financiación de los gastos para calidad educativa.
Al escaso rubro presupuestal de calidad que llega a las tesorerías municipales y a los fondos de Servicios Educativos de los establecimientos educativos oficiales, le han hecho modificaciones sin incrementar su monto. No hay recursos suficientes para lograr la calidad. Al rubro presupuestal de calidad le han establecido la destinación especifica de la gratuidad educativa, sin incrementar su monto total. Se requiere de una reforma de fondo al Sistema General de Participaciones.
Es indiscutible que se debe mejorar la calidad de los docentes, si queremos mejorar la calidad de los aprendizajes de los estudiantes. Hay que comenzar por lograr el acceso de los mejores bachilleres a la profesión docente y esto se consigue si se ofrece la financiación plena de sus estudios en universidades que tengan acreditación de alta calidad de los programas de Ciencias de la Educación. Paralelamente hay que mejorar el desempeño profesional de los docentes vinculados en la actualidad, facilitando su acceso a programas de postgrados en educación, financiados por el Estado. Necesitamos docentes de alta calidad en la educación básica y media y, por supuesto, en las facultades de educación. Con títulos académicos que vayan desde las maestrías hasta los doctorados.
Hay mucho por hacer, se requiere de mayor inversión estatal en tantos factores que hacen posible la calidad educativa que todos los colombianos estamos esperando, pero desde ya, cada docente debe asumir con responsabilidad su participación en los procesos de enseñanza aprendizaje y su intervención vaya más allá de los límites de planeación para una clase.
Los resultados de las pruebas externas evalúan a los docentes, a través de los estudiantes, y ¿quién querrá invertir en el país, con profesionales que no cumplen con las mínimas exigencias de competitividad para el desarrollo?
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