Ibagué, de para atrás

Nelson Germán Sánchez

No hace falta que repasemos una y otra vez la tabla de datos del Índice de Progreso Social del Social Progress Imperative, que deja muy mal parada a la Ibagué en sus tres dimensiones de estudio analizadas: Necesidades Humanas Básicas (nutrición y asistencia médica básica, agua y saneamiento, vivienda, seguridad personal), Fundamentos para el Bienestar (acceso a conocimientos básicos, salud y bienestar, acceso a la comunicación y las informaciones, sustenibilidad del ecosistema) y Oportunidades (libertad personal y de elección, derechos personales, tolerancia e inclusión, acceso a educación superior).

Al comparar esta con las conclusiones de las dimensiones estudiadas por Red de Ciudades Cómo Vamos, de la cual hace parte Ibagué Cómo Vamos, ni mucho menos hacer un cruce en el ejercicio con las cifras del Dane o de Planeación Nacional, para percatarse que la ciudad pareciera estar francamente de para atrás en calidad de vida, bienestar, mejores condiciones, reducción de pobreza, convivencia, lo cual dejaría evidente una paradoja, porque el “modernismo” de la construcción de todo tipo y en todas partes ha llegado a su suelo.

Pero lo que pareciera cierto es que ese boom de expansión de zona urbana para la construcción estaría maquillando una bomba de tiempo llamada desorden, caos, malquerencia local, desánimo colectivo e incompetencia gubernamental, para solucionar los problemas de fondo de la ciudad y enrutarla así por el camino del progreso y el bienestar para todos.

Un buen trabajo de maquillaje, de parches aquí y allí, de cifras y estrategias mediáticas sobre el papel, de hacer rankings, índices o títulos que permitan tratar de hacer rimbombante una gestión, cuando el día a día de un sopetón demuestra todo lo contrario al ciudadano de a pie.

Basta con salir a darse una vuelta caminando, en bicicleta, en moto, en carro, en bus o taxi, para notar una ciudad fea, sucia, empapelada, desordenada, sin espacio para la gente ni para los carros, con todo rincón público invadido, huecos allí y acá, racionamiento de agua camuflado permanentemente en los barrios populares, oscura, con raponazos por doquier, una especie de cuidad gris que camina hacia atrás.

Escucha uno que los mismos y las mismas andan repartiendo plata por esta época, contratos, enviando mensajes de presión y chantaje para no perder el poder o abrir el camino para que a él lleguen su camarilla de amigotes para chuparse el erario y hacerle cruce con los dedos a los problemas de la ciudad.

La ciudad no la tiene fácil, pareciéramos estar al borde de un hoyo negro sin regreso donde ni la luz entra.

Seguramente a algunos esto les parecerán exageraciones, pero creo más bien que se rindieron por cansancio y se acostumbraron a ver el paisaje desde quicio de la puerta. Dirán que no podríamos estar mejor y que hasta sede (en muy escasa proporción) seremos de unos juegos nacionales que nos dará una ventana al país, pues ojalá el vidrio de la misma esté empañado para que no puedan mirar hacia adentro.

Los áulicos y mentecatos del poder saldrán a decir que es una conspiración de las fuerzas oscuras que quieren desestabilizar la democracia, manchar el buen nombre y no reconocer la excelsa y pulcra gestión de los gobiernos municipales, muy al estilo del intelectual de Venezuela: Maduro, al cual tanto se parecen en sus posturas argumentativas y resultados, pero la realidad y la verdad no pelean -como la decencia- con nadie.

Ojalá encontremos la reversa o aunque sea el cambio a segunda o primera, para reducir la velocidad del vehículo en este descenso en el que nos llevan los mercachifles que han tenido y tienen la ciudad en sus manos.

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