La paz no ha de ser motivo de campaña política porque se queda en eso, en la promesa de una solución que nunca llega.
Y si lo fue en la pasada contienda electoral, lo que significó fue el mayor riesgo que el futuro de Colombia haya tenido frente a la amenaza primitiva de intolerantes y violentos.
Pero como las cosas que no deben suceder suceden en nuestra patria, tocará al mismo pueblo colombiano vigilar y apoyar con todas las fuerzas disponibles para que esa ilusión se haga realidad y no lo vuelvan a dominar ni con dinero ni amenazas, menos con armas y destierros.
Jamás habíamos visto tanta unión de caciques y gamonales aglutinados para imponer que la única oportunidad del pueblo colombiano de edificar un futuro digno abortara frente a la posibilidad de continuar unos diálogos que por primera vez han llegado más lejos de lo pensado aunque menos veloces de lo deseado.
Por eso votó por la continuación del gobierno actual y en contra de los representantes del odio, el cinismo y la indignidad.
Triste imagen la del cacique denostando de la campaña triunfadora, incitando de nuevo a la violencia y al odio con su ya característica y gastada demagogia derechista.
Vergonzosa y patética demostración de una realidad que muchas veces, hasta en caricaturas, insinuaba la triste posición de títere de su candidato, cuando en lugar de solidarizarse con su derrota lo desautorizó interviniendo frente a un resultado en el que no cabía su presencia.
Pero, también, pocas veces habíamos visto una unión de fuerzas tan grande para defender la esperanza del pueblo, víctima de amenazas y asaltado tantas veces en su ignorancia.
Por eso, que nadie se llame a engaño. El pueblo inteligente de Colombia votó contra la caverna y en pro de la paz y la justicia social.
Lo que sucedió el domingo fue la entrega que los colombianos hicieron de su utopía de una vida tolerante y feliz al actual Presidente de la República que, como nunca, ha sabido restablecer la fe en el respeto de la condición humana y ha afianzado la creencia de una reconciliación para el progreso de nuestra sufrida patria.
Tendremos que pedirle a este pueblo inteligente que exija el cumplimiento del mandato que le ha hecho al actual mandatario pero, al mismo tiempo, que apoye todos los esfuerzos tendientes al logro de este objetivo histórico.
Y pedirle al congreso que agilice las iniciativas tendientes a consolidar los logros obtenidos y neutralice la andanada soberbia y vengativa que, con seguridad, orquestarán las fuerzas recalcitrantes derrotadas.
Y si somos una democracia, pues tendremos que convivir con todas las tendencias y luchar con denuedo, pero en el terreno de las ideas.
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