Fiesta, fútbol y literatura

Fantástico que estemos de fiesta, no sólo por el folclor, sino también por el éxito de Colombia en el mundial de fútbol del Brasil.

Es como un desahogo del pueblo colombiano que, reprimido en la satisfacción de sus necesidades primarias, vuelca su frustración con el pretexto de victorias pasajeras en una euforia incontrolable, capaz del desahogo pero también de desmanes, de desequilibrios emocionales y delincuencia en general.

Ha habido por coincidencia una mezcla de las dos celebraciones por estos días. Se palpa la alegría en las calles y en los hogares, se grita, se hacen sonar pitos y trompetas pero, al mismo tiempo, se incrementan los robos, los atracos, los heridos y también los muertos.

Yo estoy muy alegre no sólo por el éxito de Colombia en el Mundial, sino también por la celebración del Festival Folclórico Colombiano en Ibagué. Pero como poco me atraen el bullicio y las aglomeraciones, detesto salir a las calles convertidas en cantinas y prostíbulos ambulantes, el sonido atronador de las casetas, cada una con su equipo, sus parlantes y su música.

No salgo de mi cueva para evitar disgustos y prefiero ver los partidos en mi pequeño televisor, así sea solo, y escuchar música por un tiempo para que mi espíritu esté acorde con el ambiente de la ciudad. También destapo mi cerveza, claro está. El resto del tiempo lo dedico a la lectura.

Precisamente he estado leyendo una novela que me parece exitosa, una de las mejores publicadas en Colombia en los últimos años, tan importante como un gol en un partido crucial del campeonato mundial de fútbol, guardadas las proporciones (no quiero ofender a nadie, quiero decir cada una tiene la importancia que se merece en el área en que se presenta).

Esa novela es “Siempre fue ahora o nunca”, del escritor y periodista Rafael Baena.

Si novelar es contar historias, inventadas o no, que se conviertan en realidad para el lector, esta novela es un buen ejemplo. Ningún colombiano que haya vivido la segunda mitad del siglo XX y todavía pueda contar el cuento, dejará de emocionarse con ella.

Es un fresco amplio, coloquial, sereno y violento a la vez, de esa vida que vivimos y cuyo proceso de identificación nos mete en la historia sin remedio.

Son varios personajes los que cuentan sus experiencias de vida, de cuya unión en la imaginación del lector se construye el paisaje de la vida nacional en el siglo XX.

Después, cuando pase la alegría del folclor y la euforia del balón, sea cual fuere el resultado en ambos casos, ruego a los que queden “vivos” abordar esta novela que, sin muchos aspavientos, hará más sereno y enriquecedor su aterrizaje en la realidad.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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