Cuando estudiaba en la Normal Superior de Pitalito, pertenecí a la agrupación Alma del Huila, conformada en su mayor parte por alumnos que tenían alguna inclinación por el canto.
Recuerdo que en él cantábamos el Bunde tolimense, con la letra de Cesáreo Rocha Castilla e, incluso, hicimos una gira desde Garzón hasta Ibagué. Quizá por eso mi extrañeza cuando llegué al Tolima, 40 años después, y encontré al Bunde como himno y con otra letra.
La agrupación surgió por iniciativa del maestro José Ignacio Olave Cabrera, incorporado a la Normal como profesor de música.
Debo decir que abandoné el canto cuanto preferí el cigarrillo como compañero de mis noches de escritura.
Fue tal la dinámica que imprimió el maestro Olave a sus clases de música y a los ensayos en horas no escolares, que el grupo comenzó a ser referente dentro de las actividades musicales del municipio y luego del departamento, con repercusión nacional.
Lamentablemente el maestro Olave murió el 20 de octubre en Pitalito. Es como si se me comenzara a derrumbar el edificio de afectos que había recuperado no hace poco con mi viaje a mis orígenes.
Había nacido en Paicol, municipio del centro de Huila, en 1920. Hubiera cumplido 94 años el próximo 19 de noviembre.
Desde muy niño demostró sus inclinaciones musicales. Por eso a los 13 años viajó a estudiar a Bogotá, becado en el Conservatorio Nacional de Música, de donde egresó con todos los honores.
Vinculado de nuevo al Huila, organizó varias bandas municipales hasta cuando le llegó el nombramiento como profesor de música de la Normal Superior de Varones de Pitalito.
Fue entonces cuando lo conocí con el violín, las partituras bajo el brazo y una amplia sonrisa, con la que cautivaba a sus estudiantes.
Su obra musical es vasta y consta de más de 300 composiciones en ritmos como pasillo, bambuco, torbellino, guabina, porro, vals, paseo y muchos otros. Su aporte es tan importante como el realizado por compositores huilenses de la talla de Luis Alberto Osorio, Jorge Villamil Cordovez, el ‘Pipa’ Prada, Héctor Álvarez, el ‘Papi’ Tovar, entre otros, aunque menos conocido que el de ellos.
Fue un paciente y amoroso maestro que llevó de su mano el aprendizaje del manejo de la voz y los instrumentos a muchos de sus alumnos.
Sus hijos siguieron su ejemplo y uno de ellos, el más dedicado quizá, Faiver Olave, tiene su propia agrupación, el Grupo Libertad.
Gran parte de mi afecto por la música se lo debo a él, pues con su ejemplo me demostró que la dedicación y la disciplina son indispensables para lograr éxito con una obra artística. Un maestro irrepetible.
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