En los meses que restan del año y en los inicios del entrante, la biblioteca Luís Ángel Arango en Bogotá tendrá abierta la exposición de uno de los mejores fotógrafos colombianos del siglo XX: Hernán Díaz.
De más de mil fotografías que el Banco de la República adquirió para preservar su legado artístico, se exhibe una selección de sus principales temáticas para deleite de los colombianos y no dejar que olvidemos cómo fuimos en la segunda mitad del siglo XX.
Recuerdo que a finales de los 60 tuve el honor de exponer con él en Neiva, en una muestra que Gentil Fajardo, promotor cultural, centró en sus fotografías y unos dibujos míos.
La obra de Díaz representaba esa presencia marginal de los niños en las calles bogotanas, los populares “gamines”, y la mía un conjunto de plumillas y aguadas con tendencia a la abstracción, como eran mis primeras búsquedas artísticas.
De la exposición sólo quedó como anécdota la frase de una dama neivana que al observar las fotos de los gamines exclamó: “Está bien que sean pobres, pero no sucios”.
Y digo que sólo quedó esa frase porque tanto las obras del maestro Díaz como las mías fueron consumidas por las llamas al incendiarse la Imprenta Departamental, donde se guardaban para su posterior devolución.
Sobra decir: al maestro Hernán Díaz le fueron pagadas las pérdidas, mientras que a mí no me dieron ni las gracias. Ese fue, quizá, el primer homenaje que me hicieron en Huila.
Hay que visitar la exposición de la obra de Hernán Díaz en la Luis Ángel Arango. Como artista, al lado de fotógrafos como Abdú Eljaiek, Nereo López o Leo Matiz, fue pionero en dar a la fotografía el estatus de arte y hacerla parte esencial de la cultura visual de los colombianos.
Aunque abordó casi todos los temas, fue en el retrato donde adquirió mayor relieve y con él dejó testimonio de grandes personalidades de las artes y la sociedad a través de su lente. Tal vez por ello alguna vez se dijo que era el fotógrafo de las élites. Sin embargo, tal y como lo demuestra la exposición en Neiva a la que he hecho referencia, también los comunes y corrientes, sin distingos de razas, pasaron por su lente.
Debo recordar que Hernán Díaz era tolimense, nacido en Ibagué en 1931. En su exitosa carrera fue fotógrafo de revistas como Life y Time y fueron muchos los libros que dieron testimonio del privilegio de su mirada. Murió en Bogotá en 2009.
Ojalá esa muestra se exhiba en Ibagué. La merece su memoria y la merecemos nosotros, que tenemos la obligación de recordarlo como uno de nuestros más grandes artistas.
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