Adiós a la voz crítica Latinoamericana

Con la muerte de Carlos Fuentes, no solo México, sino toda Latinoamérica pierde a una de las plumas más incisivas de los últimos tiempos.

Desde sus primeras obras fue perfilando y agudizando su sentido crítico, y su posición política se fue robusteciendo, porque encontró en la búsqueda de la identidad mexicana, ese manantial que le prodigaba temas y conflictos para escribir, en distintos formatos, lo que pensaba y sentía.

Siempre tuvo presente el compromiso del escritor y lo reafirmó en distintas ocasiones:

“En un país como el nuestro, el escritor, el intelectual, no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia supone también una transformación cultural”.

Y de esta premisa hizo su bandera para luchar contra el imperio y contra quienes siempre han agenciado sus políticas.

Durante gran parte de los ochenta y tres años que vivió en este espacio terrenal, se convirtió en una voz solitaria que clamaba por la equidad social, denunciando las aberraciones del poder y lo hacía a través de géneros como la novela, el drama, el ensayo, el periodismo, entre otros.

Novelas como “La muerte de Artemio Cruz”, sirvieron para que los mexicanos reflexionaran sobre las secuelas de su paradigmática revolución de inicios del siglo pasado y para mostrar la forma como se desviaron sus objetivos para que los oportunistas fueran quienes pelecharan a costa del triunfo popular.

Sin lugar a dudas ese monólogo del personaje devolviéndose hasta el vientre mismo de la madre, resulta más que un testimonio y se convierte en un agitador de conciencias.

“Aura” ha sido calificada como un monumento a la fantasía, con su carga de esoterismo y misterio, mientras que en “La región más transparente” se interceptan los planos narrativos, se fragmenta la obra y se le exige al lector su participación en la reconstrucción de los hechos, en esas articulaciones de personajes representativos de las distintas clases sociales del pueblo mexicano.

Fue ganador de premios como: Rómulo Gallegos (1977), Cervantes (1987), Príncipe de Asturias (1994), entre otros. Varias veces propuesto para el nobel y sin embargo la academia sueca rehusó hacerlo.

Los mexicanos lo bautizaron como “El nobel que no fue”, como una manera de reconocerle la impronta que ha dejado en las letras hispanoamericanas.

Integrante del llamado Boom latinoamericano, no dio concesiones, ni tregua a sus posiciones y compromisos con la identidad de México y del continente, precisamente en momentos en que la globalización arrasa con las manifestaciones regionales.  

Su voz siempre se levantó para analizar y denunciar, porque estuvo convencido de que “La libertad no existe, sino la búsqueda de la libertad y esa búsqueda es la que nos hace libres”.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

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