La Cumbre de Presidentes de Cartagena permitirá, además de las reuniones multilaterales entre los presidentes y jefes de Estado americanos, llevar a cabo un encuentro bilateral de los presidentes Juan Manuel Santos y Barack Obama. Dos Presidentes que tienen su agenda ‘condicionada’ por sus respectivas reelecciones y, por consiguiente, actuando con mucha prudencia en temas controversiales en sus países.
En primer lugar, esta reunión subsana el vacío generado por la no inclusión de Colombia en la gira latinoamericana de Obama del año anterior, considerado, en su momento, como algo inexplicable frente al país que es el principal aliado en la región y, tradicionalmente, el más incondicional con la política norteamericana (recordemos que fuimos los únicos que estuvimos en la guerra de Corea en los 50, abanderamos el aislamiento de Cuba en los 60 y hemos sido los aliados más estrechos en la implementación de la política antidrogas).
En segundo lugar, será una reunión entre presidentes con temas de política interna que los condicionan; a Obama la oposición republicana, especialmente la de Florida, no le ha permitido dar pasos sustanciales para resolver temas como la normalización de relaciones con Cuba -un anacronismo de la guerra fría-, pero tampoco ha podido cerrar, como se comprometió, ese centro de detención irregular en que se convirtió Guantánamo, igualmente terminar de manera, por lo menos decorosa, la intervención militar en Afganistán. Es decir, un presidente con muchos ‘pendientes’ que no ha podido cumplir, dentro de los cuales estaría lo que se planteó en la anterior Cumbre de las Américas de aumentar el interés por la región.
El presidente Santos igualmente tiene temas que generan con seguridad un gran rechazo en la opinión que se le identifica como uribista; uno, la posibilidad de dar una salida negociada al conflicto interno armado -esos sectores tiene una posición abiertamente contraria a cualquier posibilidad de diálogo con una guerrilla considerada derrotada estratégicamente-, a pesar de existir, al parecer, una disposición de parte de la agenda presidencial; igual sucede con el tema de encontrar otras alternativas a la lucha contra la drogas, incluidas medidas de despenalización para algunas actividades, o la propia política de restitución de tierras y de víctimas, vista por algunos como una exacerbación de la conflictividad social en el agro. Esto se refleja en continuas insubordinaciones en su bancada en el Congreso, especialmente en los partidos Conservador y La U.
Con este escenario interno de los dos presidentes, donde seguramente lo que esté primado son los cálculos políticos en función de las respectivas re-elecciones, muy seguramente la reunión bilateral sólo tendrá dos temas: uno, las medidas de política interna en cada país para agilizar el inicio de implementación del TLC, y dos, el tema de cooperación militar de Estados Unidos con Colombia, que si bien sigue disminuyendo en sus montos, como estaba previsto, continúa siendo estratégica para el gobierno colombiano, para su lucha contra la guerrilla.
Pareciera que la expectativa de la reelección presidencial inmediata convierte a los presidentes en su primer mandato en demasiado tímidos para abordar temas complejos y, a lo mejor, en su segundo mandato tampoco tienen el suficiente músculo político para abordarlos.
Esta reunión subsana el vacío generado por la no inclusión de Colombia en la gira latinoamericana de Obama del año anterior.
Credito
ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ
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