Los discursos de posesión de los presidentes son importantes porque se espera que indiquen las prioridades de su periodo de gobierno, la ‘hoja de ruta’ de su mandato. El presidente Santos destacó tres ejes de prioridades para su Gobierno: paz, educación y equidad, lo cual es importante como derroteros centrales de su acción.
El tema de la terminación del conflicto interno armado fue lo central, lo que se denomina la paz, y era previsible por cuanto es ese el tema que definió su reelección -más allá de realizaciones en otros campos, lo definitivo a la hora de mover electores que de otra manera no lo hubieran acompañado fue ese tema- y sobre eso el Presidente en su discurso hizo una buena síntesis de lo alcanzado hasta ahora en términos de acuerdos.
Planteó algunas de las dificultades para la terminación concertada de estas conversaciones y señaló advertencias a la guerrilla. Pero la verdad quedan unos pendientes acerca de los cuales debería haber más desarrollos: ¿cómo el Gobierno está preparándose para el periodo de implementación de los acuerdos -esperando que ya lo esté haciendo, porque si no le va a coger el tarde, como se dice coloquialmente-? ¿Qué papel deben jugar allí los diferentes niveles del Estado y los distintos Ministerios? El tema de las aproximaciones con el ELN que no parecen avanzar. Existen énfasis relevantes, pero igualmente silencios que preocupan.
En relación con la educación, no hay duda en el mundo de hoy de que es el centro del desarrollo; sólo una sociedad con su población bien educada puede generar cada vez más iniciativas para crear empleo, en el desarrollo de la productividad, en la diversificación de los campos productivos, etc. Para eso se requieren cambios reales en relación con los incrementos presupuestales, no para que los estudiantes se endeuden sino para mejorar la calidad y la cantidad de la educación pública.
Y claro, también estímulos positivos para el desarrollo de la educación privada de calidad -allí los controles estatales son fundamentales-, pero cambios también el papel que desempeña el maestro en la sociedad, no sólo mejorando sus capacidades en conocimiento y pedagogías, y sobre todo que la sociedad los reconozca como profesionales respetables, situación hoy inexistente.
No se trata sólo de mejorar la educación básica primaria, sino la secundaria, la tecnológica y la educación superior estimulando la investigación, la formación pregradual y postgradual. Sólo un esfuerzo real y simultáneo en los distintos niveles de la educación puede generar la masa crítica para la transformación de la sociedad. Bueno que la educación sea prioridad, pero hay que definir la realidad de las fuentes de recursos presupuestales y las estrategias a llevar a cabo.
En cuanto a la equidad, debemos señalar que en la mayoría de democracias contemporáneas esa es una prioridad. Pero no es suficiente con reconocerlo, se requiere de políticas públicas adecuadas para enfrentar la inequidad, que van desde la estructura tributaria que permitan que los sectores con mayores recursos contribuyan a financiar políticas en esa dirección; políticas de empleo y en eso es positivo que se diga que en el primer mandato se generaron dos millones y medio de empleos y que igual cifra serán creados en este segundo tiempo, pero se debe apuntar a generar empleo formal y de calidad y no solo algunas horas de trabajo informal.
Las políticas de subsidios condicionados, tipo las denominadas acá ‘familias en acción’ y similares pueden ser la base para dinamizar el mercado interno y permitir progresivamente que sectores de población en pobreza pasen a ser parte de la clase media, como en el Brasil del presidente Lula, o simplemente políticas asistencialistas que son necesarias en la coyuntura, pero no dinamizan el desarrollo.
Para concluir, estuvo bien la definición de ejes prioritarios del nuevo gobierno, pero quedan pendientes campos de política pública omitidos, como el minero o el del medio ambiente y especialmente cuales van a ser las políticas específicas para volver realidad esas prioridades discursivas.
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