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Cuando Ibagué se convirtió en Capital de la Federación de Provincias Unidas de la Nueva Granada en abril de 1812, la casa se cedió para que allí funcionara el Congreso de las Provincias convocado por el presidente, Don José Clemente y precedido por Camilo Torres “El verbo de la revolución”. Muchos años después fue escenario de un gran baile, donde se comió y cantó en honor al Libertador Simón Bolívar, a su paso por el camino del Quindío.
Hasta 1918 fue sede de los juzgados de la ciudad, cuando estos se trasladaron al Palacio de Justicia, de propiedad del Departamento, en la carrera 2ª. entre calles 8ª. y 9ª. En cambio, la casa colonial, ahora propiedad del municipio, siguió siendo sede de policía, alcaldía, cabildo y cárcel. En esa época ya se escuchaban voces en las noches, teclas de máquinas de escribir sin que hubiese personas. En 1932, cuando la Casa Consistorial fue demolida, los terrenos pasaron a ser propiedad del Ministerio de Obras Públicas.
El Edificio Nacional fue obra del Ministerio de Obras Públicas y tardó dos años en construirse. Proyectado por el arquitecto Eusebio S de Santamaría y construido por el ingeniero Jeremías Giraldo. El costo fue de $103.939.22 incluido $4.500 como valor del lote. Tiene un área total de 1200 varas cuadradas. En 1934 fue inaugurado el moderno edificio de estilo art déco, con tres plantas y un sótano. El arte decorativo se refleja en las camolas o letras de ornamentación con la inscripción “EDIFICIO NACIONAL” en la parte frontal de edificio. En las columnas dóricas simplificadas. En las ménsulas. En las pilastras que sobresalen del muro. En el lucernario, en la parte central, que ilumina y ventila el edificio, desde el vacío al gran patio interior, al que se llega por un hall.
Desde esa fecha se convirtió en sede compartida de los Correos Nacionales, Telégrafo, Administración de Impuestos y Teléfonos Nacionales. Posteriormente, sólo quedaron la Administración de Impuestos y la Oficina Postal. Cuando la oficina Postal se fue a otro sitio de la ciudad, la Contraloría Nacional tuvo su espacio, en parte del tercer piso del edificio. Por acuerdo 058 de 1998, el Consejo Municipal de Ibagué declaró al Edificio como área de interés arquitectónico e histórico y en el 2008, mediante la Ley 1185, se declaró bien de interés cultural[1].
Don Ariel Varón, uno de los funcionarios más antiguos y ya pensionado, cuenta que, un día al llegar a trabajar, como de costumbre a las ocho de la mañana, encontraron las puertas cerradas. El celador no abrió, a pesar de golpear durante mucho tiempo. Fue necesario forzar la puerta principal. Era una puerta grande de madera que se abría con una llave inmensa. La llave no fue encontrada. Al pasar a la segunda puerta de entrada, divisaron en unas pequeñas escaleras de acceso, al celador quien, al parecer embriagado, cayó y se desnucó. Desde esa época dicen que el celador sigue apareciendo en ocasiones en rondas nocturnas por el edificio.
En la actualidad, el propietario del terreno y la edificación es el Ministerio de Hacienda y allí funciona la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) seccional Ibagué. En el edificio Nacional se crean las estrategias para el cobro de los impuestos nacionales que después se revertirán en obras para la ciudad.
Los fantasmas siguieron rondando la edificación. Yo misma un día que trabajé sola, escuché tarde en la noche el sonido de teclas de máquinas de escribir y voces en murmullos sin que hubiese en las oficinas otras personas. En 2013 en revisión normal de las cámaras de seguridad, se vio a una figura delgada detrás de un funcionario de fiscalización que, en el tercer piso, se ocupaba en su computador muy tarde en la noche. Sin que el funcionario se percatara, se le acercó la figura delgada, alta, de cara traslúcida, que parecía un hombre vestido de saco y corbata, quien estuvo al lado del funcionario hasta que salió de la oficina. La figura lo siguió hasta el segundo piso y desapareció. Se dijo que fue el primer recaudador de impuestos que siguió su labor en la otra vida y de vez en cuando pasa revista a sus compañeros. El funcionario jamás volvió a trabajar en horas nocturnas, ni yo tampoco.
Recientemente sucedieron dos apariciones: La primera me la contó María Fernanda Oyola y sucedió cuando la funcionaria, en horas diurnas, bajó al sótano de la edificación donde están los expedientes, que suelen permanecer bajo llave. Abrió la puerta, bajó la escalera y ya en piso del sótano, vio una sombra que se dirigía hacia ella. El vigilante Aldana acudió, al escuchar un estruendoso grito de la funcionaria y le manifestó que él también, en otra ocasión, había visto la sombra y que ésta se le vino encima. La segunda aparición le sucedió a la misma funcionaria. Eran las nueve de la noche y se encontraba en el segundo piso. Cuando levantó la mirada, divisó en el tercer piso a una niña con su vestido blanco y rosado y medias blancas. La niña la saludó y luego desapareció.
Los vigilantes ya se acostumbraron a los fantasmas y ni uno ni otro interfiere en su cotidianidad. En ocasiones, les da por perseguir a los fantasmas. Estos huyen para retornar después y continuar el juego. Los vigilantes hablan con naturalidad de otras apariciones.
El vigilante Víctor García cuenta su historia con los fantasmas.
“Una noche a las 11:30 se prendió la luz en el sótano y esta luz se prende desde dentro del sótano no desde afuera. Con un compañero nos bajamos, cada uno con su revolver listo, porque pensamos que se había quedado alguna persona allí, aunque siempre se revisa todo el edificio al cambio de turno. Se abrió la puerta que es una reja, revisamos todo el sótano. Yo sentía raro el ambiente porque casi no podía respirar y los vellos se me erizaron. Al no encontrar a nadie cerré la puerta y subí con el revolver en la mano. Mi compañero iba detrás, Cuando salgo del sótano al primer piso y miro afuera de los baños, había una sombra como de dos metros de altura… de inmediato quedé paralizado. La sombra se entró en el cuarto de los baños, encendiendo los censores de movimiento y así duré como media hora paralizado, sin poder hablar y decirle a mi compañero lo que había sucedido.”
El señor Fabian Garcia también relata dos historias con los fantasmas en el turno de una noche porque dice que tiene varias:
“Cuando yo llegué a la DIAN en octubre de 2016 una noche como a la una de la madrugada, cuando me dirigí al baño, llegando allí se abrió la puerta como invitándome a seguir. Yo ingresé con un poco de temor a orinar; al lado la tapa de una caneca verde de residuos empezó a moverse sola arriba y abajo; ahí sentí frio, pero yo seguí haciendo mi necesidad, después salí normal
“En otra ocasión como en octubre del año 2023 me encontraba en la sala de espera de los contribuyentes. Mas o menos a las 8:50 de la noche escuche un estruendo ahí en el primer piso al lado del Almacén donde están los documentos, como si alguien hubiera tumbado algo muy grande. Mi reacción fue desenfundar el arma mirar hacia ese lado, como no vi nada me dirigí hacia los monitores de las cámaras de seguridad para saber que había pasado y observé que todo estaba normal en ese momento, pero al retroceder los videos cinco minutos al momento del estruendo, observé que la puerta del almacén se abrió y aparecieron una gran cantidad de punticos luminosos conocidos como orbes precisamente ahí encima de la puerta"
Los vigilantes en ocasiones persiguen al que creen que es una persona que se quedó dentro del edificio, pero resulta que es un fantasma y este huye.
Ellos hablan con naturalidad de las apariciones, manifiestan que ya se acostumbraron a ellas y ni uno ni otro interfiere en la cotidianidad
[1] Ar. Guilder Alirio Ramirez Garay. Valor Histórico y arquitectónico del Edificio Nacional de Ibagué. Universidad del Tolima 2019.
*Esta crónica es el resultado de el Taller de creación literaria ofertado por el área cultural de la Biblioteca Darío Echandía.*
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