El Sonido de las Américas, música en contrastes

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
Con el paso de cada versión, el Festival Internacional de Música de Cartagena ha sabido encontrar el tono adecuado para conjugar lo más sonado de la tradición con lo menos.

Nunca ha sido gratuita la mirada hacia otras músicas. La inclusión de Colombia Mágica -espacio para agrupaciones de músicas tradicionales colombianas- dentro de su programación, ha contrastado con las versiones dedicadas a Mozart, la cuarta, en 2010, y a Bach, la quinta, en 2011.

Por allí han pasado artistas de la llamada nueva música colombiana, como las agrupaciones Colombita, Guafa Trío y Puerto Candelaria, y cantautoras como Marta Gómez, entre otros.


Se han hecho, en ocasiones, ensambles entre algunos músicos académicos internacionales invitados al festival y aquellos que desde diferentes regiones de nuestro país proponen nuevas sonoridades para el folclor más tradicional.


Uno o dos conciertos con esa dinámica era lo que el Festival dedicaba a esas otras músicas, a veces no tan bien recibidas por cierto sector conservador y purista del público y de la crítica. Sin embargo, y pese al riesgo que significa, esa apuesta por la inclusión, la diversidad y los contrastes tuvo este año, en el lema de ‘El Sonido de las Américas’, su más alta expresión.


Contraste entre lo popular y lo académico, que se marcó en la realización de tres noches mágicas, en vez de una, como en versiones anteriores, dedicadas a Norteamérica (Canadá, Estados Unidos y México), Brasil, Colombia y Venezuela.  


Preparación
Antes de viajar para Cartagena entré a la página oficial del Festival a ver los videos de algunos de los músicos invitados y tuve la sensación de que el evento empezaba a mostrar una intención de fondo, quizá no percibida desde antes, o manifestada muy lentamente en cada versión, de ser un encuentro de músicas del mundo.

No es extraño que la palabra clásica o sinfónica no aparezca en su nombre oficial “Cartagena Festival Internacional de Música”. Para la séptima versión, en 2013, el tema será las músicas escandinavas, dando el giro total hacia la exploración y el acercamiento a ritmos y géneros de diferentes partes del mundo, sin que necesariamente pertenezcan a la tradición clásica o académica.


El festival también conserva un espíritu que busca más ser un puente para impulsar nuevos talentos, acercar al público a nuevas sonoridades y buscar tensiones o puntos de convergencia entre lo académico y lo popular.


El director artístico del festival, el pianista Stephen Prutsman, decía en una de las tertulias musicales que el interés del festival no es traer vedettes o figuras consagradas de la tradición universal, sino, más bien, aquellos músicos que están en vía de alcanzarlo.


Lo ideal para muchos, decía, sería traer grandes montajes, obras que requieran de cientos de músicos en escena, pero, hasta el momento, no es la búsqueda, tanto por objetivo como por presupuesto.


Desafíos
No es fácil sacar adelante un evento de este tipo sin que las críticas o comentarios por parte del público se manifiesten. Algo que Julia Salvi, presidenta de la fundación Salvi, entidad que ejecuta el evento, ha sabido manejar.

Escoger Cartagena para ello, trae sus puntos tanto positivos como negativos, y quizá sea más notorio lo segundo que lo primero. Se ha tildado el evento de elitista y oportunista y es algo complejo de definir, dadas las características de la ciudad donde se hace, que por naturaleza está llena de contrastes  y enormes diferencias.


La música es llevada a fundaciones, cárceles, colegios y plazas de la ciudad, pero aún es difícil hacer creer a la gente que también la pueden escuchar sin necesidad de que sean turistas. Son conciertos gratuitos con boletería controlada por espacio y uno percibe, en ocasiones, que los cartageneros se autoexcluyen: no van porque piensan que el evento no es hecho también para ellos.


Y puede ser cierto, pero lo importante es que la Fundación es consecuente con el lema de su Presidenta: “La música es para todos”. El concierto de la plaza de Getsemaní es el que más apunta a este objetivo. Es uno de los barrios más populares que está cerca a la ciudad amurallada -lugar donde se da casi la totalidad de las actividades- y la gente puede apreciar el concierto desde los balcones de sus casas.


Sin embargo, son muchos los que dicen que es precisamente quienes viven allá los que menos disfrutan y asisten. Y es ahí donde encuentro la complejidad del asunto. Sí la música va hasta sus calles, ¿cómo es posible que no sean sus propios habitantes los que más la disfruten? ¿Será cuestión de gusto musical o de autocensura?


Este año, la organización del Festival, para contrarrestar dichas quejas, decidió repetir algunos conciertos; segundas interpretaciones con igual programación que, en ocasiones, tuvieron la acogida similar de la primera. Lo otro fue instalar una pantalla gigante en la Plaza Santa Teresa, para que muchos vieran la repetición, en diferido, de algunas de esas jornadas.


Digno de destacar
En total, fueron casi 200 músicos en escena. Todos ellos conjugados a demostrar entre sí que podían compartir escenario y tocar obras conjuntas sin importar las diferencias geográficas entre ellos. Fueron 36 conciertos en siete espacios diferentes de la ciudad. 11 de ellos transmitidos por televisión y seis gratuitos en la iglesia María Auxiliadora y las plazas San Pedro Claver y de la Trinidad Getsemaní, que acercaron el ‘sonido de las Américas’ a una gran diversidad de público.  

Hay que recordar también que la fundación Salvi adelanta, durante el evento, talleres de ‘lutería’ y estructura un programa académico encargado de fortalecer la formación de jóvenes talentos venidos de diferentes regiones del país y que en esta versión contó con algunos de Latinoamérica.


Parte de los músicos internacionales invitados dictaron clases de forma activa a 60 becarios y de forma pasiva a más de 400, actividades que la Fundación prolongará a lo largo de todo el año de forma directa o indirecta, con el sentido de que la música jamás pare de sonar.

*Periodista cultural de Pereira, Risaralda; invitado al VI Festival Internacional de Música de Cartagena.

Credito
JOSÉ ALEJANDRO PATIÑO SÁNCHEZ - ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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