Aunque su primer apellido también puede escribirse con zeta. Eso es una incertidumbre, ya que eran unas bebés cuando ocurrió la avalancha que sepultó a Armero y que a ellas las separó.
La iniciativa de la búsqueda llegó por cuenta de Jennifer, que se hizo periodista y actualmente trabaja en la producción del documental ‘Hija del volcán’, en la que relata su vivencia tras la adopción de una pareja española. Hace tres años empezó a indagar sobre sus orígenes y eso la llevó a encontrar la fundación Armando Armero que, a su vez, localizó a Ángela.
Ella viajó a Bogotá para hacerse una prueba de sangre que serviría como muestra para cotejar el ADN y hallar patrones de identidad que confirmaran que eran hermanas. La Fundación trabaja de la mano con el Instituto de Genética Yunis Turbay, que se encarga de todo el proceso científico para encontrar estas similitudes.
Juan José Yunis, médico genetista y director médico del citado Instituto, explicó que había indicios documentales de que las mujeres tendrían la misma madre biológica y a partir de esa información se iniciaron las pruebas científicas.
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“Todo individuo debe heredar de su progenitor la mitad de su información genética, pero adicionalmente hay una información que se llama el ADN mitocondrial que se hereda exclusivamente de la madre a sus hijos y en este caso era idéntico entre ellas dos”, detalló Yunis.
Demoras
Jennifer calificó de odisea la búsqueda de información y sostuvo que desde el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar encontró muchas dificultades para obtener información certera de su proceso de adopción que se tramitó en la seccional de Manizales. Buscaba una pista que la llevara a sus familiares, porque estaba segura de que sus parientes seguían con vida.
“La primera persona con la que me puse en contacto después de un tiempo me dijo que la habían cambiado de puesto y que ahora era otra persona la encargada. Luego fui a la sede de Manizales y pregunté por mis datos y allá me dijeron que no iba a encontrar ningún documento por la destrucción de muchos papeles”, relató Jennifer en la mañana de este jueves.
Después de mucho insistir logró la documentación requerida, pero conoció de primera mano la tramitología que caracteriza a las entidades colombianas.
En el momento de la avalancha que borró del mapa a la población tolimense, Ángela tenía un año y Jennifer una semana de nacida. De allí que no recuerden absolutamente nada de sus padres o del lugar que habitaban. Informaciones vagas obtenidas años después por Ángela le dijeron que su mamá había sobrevivido a la tragedia. Pero nunca un dato certero que les permita una pista de dónde encontrarla.
En la página de Internet de la fundación hay por lo menos unos 300 vídeos de personas víctimas del desastre natural y que buscan a sus seres queridos. Cuando alguien reconoce algún rostro o se le hace familiar un nombre, se inicia el trabajo científico. Al comprobarse la identidad, viene un trabajo sicosocial para minimizar el impacto emocional que una situación de estas genera.
Francisco González, director de Armando Armero, advierte que todo el proceso se inicia con la elaboración de la historia y siempre va enmarcado en la ética y el respeto de quienes fueron víctimas de un desastre natural.
“Cuando hay un reencuentro, la noticia se va dando poco a poco, porque reconstruir esos lazos les corresponde a ellos”, explica González, armerita de nacimiento, quien añade que bajo la modalidad científica explicada se han logrado cuatro reencuentros.
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