Petro, daños y peligros

Quienes se dedican a la política son repudiados por la mayoría culta y vistos por los tecnócratas como cierta especie vulgar y burda que solo sirve para sostener el teatro de la democracia.

Es que la política es por definición un arte mezquino, de acciones con segunda intención, en el que usualmente el interés mediato por el poder supera al inmediato por el bienestar general; todo eso, pero no es un oficio torpe. En cambio en la matemática y la ciencia en general no hay agenda oculta, no hay jugadas dobles; el conocimiento, la intención y la acción obran linealmente, sin desvíos, siempre en la búsqueda del objetivo superior.

La U no respaldó la revocatoria del mandato de Gustavo Petro y prefiere que sean los organismos de control los que evalúen su desgobierno. Lo de Petro no es un tema de corrupción -nadie sabe si la hay-, como sí lo era en el caso de los Moreno. Petro ha demostrado ineptitud, improvisación e irresponsabilidad; su lengua va en jet con sus huevos, mientras su cerebro va en silla de ruedas. Si La U no apoya la revocatoria es porque sabe que el populismo de Petro puede, a pesar de destruir a Bogotá, ser un arma poderosa contra las aspiraciones futuras del “uribismo” y las del propio “santismo”.

Dada la estructura del Estado colombiano, lo municipal, lo que corresponde a los alcaldes, es asunto administrativo y no político. La ideología y la noción de las libertades individuales etc. no cumplen demasiado papel para la gestión de un alcalde que debe obrar dentro de la ley pensada y expedida en el ámbito nacional; el alcalde solamente a la administración. Si se mete en temas superiores es para hacer campaña a otra dignidad. Petro es destructivo hoy para Bogotá, y peligroso como populista fatuo para el país.


La U tal vez no quiere convertirlo en una víctima con la revocatoria, pero a Petro hay que pararlo porque además de ser un populista insulso, demostró que es un gobernante inútil. Que es caro revocar, que mejor lo destituya la Procuraduría, es todo falacia para no correr el riesgo de la paradoja de la democracia en países pobres: que de pronto a Petro lo apoye la gente, a pesar de su ineptitud.

Credito
SAMUEL CHALETA

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