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Hoy, ser un buen aliado de las mujeres y la igualdad implica:
- Reconocer el grave problema de la masculinidad tradicional y cómo los afecta. Cuanto más frágiles, más violentos se vuelven; cuanto más inseguros, más atacados se sienten por el movimiento feminista. No queremos: mutilar sus genitales, impedirles educarse, exigirles que cuiden (gratis) el hogar o acorralar sus sueños y proyectos de vida, pagarles salarios menores, hipersexualizarlos desde la infancia, acosarlos por la calle ni violarlos. No queremos hacer nada de lo que ustedes, como género, han hecho con nosotras.
- Trabajarse la honestidad y la autocrítica por montones para aprender a comunicarse con sinceridad, a relacionarse con las mujeres desde el compañerismo y vernos como iguales, no como enemigas o subordinadas; para construir su autoestima sin necesidad de falsear a mujeres que utilizan y luego rechazan; mejor dicho, para explorar otras formas de ser hombre (no macho).
- Convertirse en hombres libres que disfrutan del amor, la familia y la amistad sin miedos, que confían. Que no se sienten obligados a hacer demostraciones constantes de su hombría a través de golpes, gritos y ademanes; que saben usar su poder sin dominar o hacer daño a las mujeres y a otros hombres. Que se responsabilizan de su parte en las labores domésticas y disfrutan de la paternidad y la crianza (que es mucho más que dinero). Que están dispuestos a redefinir la línea entre proteger, proveer y controlar.
- Soltar el exceso de ego y agarrarse de la valentía y la responsabilidad afectiva para dejar de buscar mujeres que les hagan terapia (y contra quienes luego se estrellan): su malhumor, sus caprichos, sus misterios, su indiferencia o sus desaires pueden derivar, entre otras cosas, de una niñez con grandes frustraciones, sí, pero hay especialistas (psicólogos, coaches, yoguis, chamanes…) apropiados e idóneos para ayudarlo a superar esos traumas.
- Declararse abierta e incondicionalmente en contra de todas las formas de violencia contra las mujeres.
En Colombia hay exceso de festividades y escasez de hombres así, que reflejen mejores formas de ser hombres, por el bienestar propio y de las nuevas generaciones. Por supuesto, las mujeres hetero también tenemos tareas: para empezar, elegir bien con quién compartir un tramo (largo o corto) de nuestra vida. Un buen aliado es un hombre “rebelde” frente al machismo y el patriarcado, un hombre con el que podemos hacer el cambio hacia una vida personal, política y social más pacífica, más amorosa, más feminista. Concuerdo con la escritora Coral Herrera: todavía son pocos, pero cada vez son más.
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