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El mismo desprecio del que hacen gala en público muchos politiqueros arropados por el dizque fiscal, agachado frente a las investigaciones por el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, de la corrupción en el Ejército y de lo robado por politiqueros contratistas, que sin necesidad de pagar coimas, encontraron el escenario perfecto para su comercialización de la salud, poniendo tiendas para ofrecer servicios de salud, carentes del equipamiento idóneo, sin materiales para evitar la contaminación de sus funcionarios, especialmente los maltratados y mal pagos profesionales de la salud y sus auxiliares.
El balance de la privatización de la salud, que en lugar de ser una política para el bienestar físico y mental de los colombianos se convirtió en un vulgar negocio, hoy está a la vista en toda su magnitud, gracias al Covid-19. Aquí lo que ha primado es el enriquecimiento de los dueños de las empresas prestadoras de servicios de salud, que después de enriquecerse hasta más no poder como ocurrió con Saludcoop, Medimás etc, quiebran las empresas y el estado tiene que salir a liquidarlas y a reparar con los dineros públicos todo el daño causado. Por eso no hay infraestructura, ni equipos necesarios para responder ante una emergencia.
Pero el virus, en medio del despelote, también ha sacado a flote la bondad y solidaridad de los colombianos. Hasta los campesinos perseguidos y maltratados históricamente por todos los agentes de la violencia, han aportado con amor y total desprendimiento comida para los más necesitados. Y siguen cada día inclinados ante la tierra para cosechar a tiempo todos los productos que hoy, en tiempos de pandemia, hacen parte de nuestra dieta alimenticia, demostrando que somos autosuficientes y que no necesitamos la comida importada. Todo esto debe servir de ejemplo para quienes se dedican a la destrucción de los bosques para incrementar el área de sus propiedades con incendios, despojos y plomo.
Mirando para el lado del gobierno vemos que aparentemente hay intentos por darle la mano a los más necesitados, pero nada se logra porque inmediatamente aparecen los politiqueros, para evitar que los recursos les lleguen a los más jodidos y como siempre van a parar a manos de los que tienen por oficio robar el erario público.
Tratar de seguir una trocha que conduzca al buen camino está como jodido. Se atraviesa el que vende justicia, el que legisla en beneficio propio y los que bailan sobre los cadáveres de líderes sociales, indígenas, campesinos e inconformes. Periodista que ejerza conservando principios y poniendo en alto su ética es perseguido y para esto si funciona la inteligencia militar. La Ñeñepolitica sigue campante, las cárceles cada día se presentan como terribles centros de hacinamiento y de contagio del virus. Eso lo quedó grande al gobierno y a los jueces. La mayoría de los detenidos son pobres y no han sido condenados. Los condenados por crímenes graves, que tienen poder y dinero, disfrutan su prisión en sitios de recreo. Y dizque todos somos iguales ante la ley.
Estamos a la espera de nuevos líderes que sean capaces de propiciar y dirigir el cambio que Colombia necesita. El pueblo ya está cansado de sentir y tolerar las riendas de tantos carteles.
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