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Impusieron la violencia contra el nativo y creyendo que habían llegado a la India lo llamaron indígena. Un ejemplo de la envalentonada del invasor se produjo en Cajamarca, Perú, cuando Sebastián de Belalcázar rodea con su tropa al Inca Atahualpa y un grupo de sus hombres y les exige llenar dos cuartos con oro y plata para pagar el rescate del cacique. Tan pronto reunieron el pago del rescate Belalcázar da la orden de asesinar a todos los indígenas reunidos, con la bendición del cura que trató de convencer al secuestrado de renunciar a su cosmovisión.
Tan importante demostración de valentía de la conquista, llevó a algunos descendientes de los asesinados a recordarla con estatuas del asesino en varias ciudades del país, centros reconocidos por su animadversión a los indígenas. Y siguiendo el funesto ejemplo los descendientes de los masacrados por Andrés López de Galarza le rinden homenaje al criminal y verdugo de los Pijaos, adobando el sancocho con la adoración a una supuesta lanza de Baltazar con la cual, según se afirma, ensartó a ciento y pico de enemigos.
Y el afán de exterminar y despojar a los indígenas de sus tierras ha permanecido vivo hasta nuestros días. Es algo que cuenta con el total respaldo de los terratenientes, de gobernantes, legisladores, vendedores de milagros y mafiosos. Pero a pesar de todo, el pueblo indígena sigue de pie peleando, resistiendo y poniendo los muertos.
Hoy vale la pena recordar que hace 50 años Víctor Daniel Bonilla (Siervos de Dios y amos de indios) y Pablo Tathay, lucharon casi clandestinamente para darle forma y vida al Cric, que nació como una federación de siete cabildos y que hoy cuenta con 115 cabildos y 11 asociaciones de pueblos indígenas. Desde su creación el Cric tiene dentro de su plataforma de lucha, entre otras, la defensa de la naturaleza porque somos parte de ella y la defensa de su historia, su lengua y sus costumbres.
El Cric hoy es motor de la Minga que desde el Cauca avanzó hacia Bogotá y en Ibagué afortunadamente encontraron la acogida, el respeto y la protección que se merecen y que por tantos siglos se les ha negado. Y en esta ciudad musical nos regalaron una muestra de su música en el parque Murillo Toro que a muchos nos estremeció.
Ojalá está pandemia nos sirva para reconocer que nuestros indígenas son la esencia de lo que somos, el tesoro más preciado que tenemos.
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