PUBLICIDAD
Para que Ibagué merezca tal título, requiere que su nivel de desarrollo sea compatible con el tamaño de su espacio físico y con el de su población, y que de forma simultánea con su crecimiento y expansión, se encuentre dotada de los elementos propios de toda comunidad urbana de normal desenvolvimiento.
Solo así se podría estimar como una más entre aquel grupo que en el pasado le dieron a Colombia el calificativo de “país de ciudades”, ya que hoy nuestra Capital Musical carece, entre muchas otras cosas, de un suministro de agua acorde con su crecimiento y un buen servicio de alcantarillado en términos de actualidad y cobertura; una energía estable y de razonable costo; un aeropuerto realmente funcional y con mayor número de frecuencias; un eficiente servicio de transporte colectivo y un ordenado tránsito urbano; calles y andenes en buen estado; arborización y ornato racionalmente dispuestos, y con apropiado mantenimiento, aseo y limpieza, y por sobre todo, educación generalizada, pero, de buena calidad en sus varios niveles; seguridad policial proactiva y de útil cobertura y confiable; al menos un parque tecnológico que involucre a sus universidades y a la reducida industria local; un museo verdaderamente referente de nuestra cultura; plazas de mercado ordenadas y bien ubicadas que no yugulen o estorben el desarrollo urbano, y racionalmente administradas; escenarios múltiples así como sitios abiertos al público para una buena oferta cultural, y obviamente con muchos eventos musicales, como su identidad ante el país lo demanda.
Porque los ibaguereños por años hemos dilapidado esfuerzos y recursos, desgastándonos en inanes disputas politiqueras, eligiendo autoridades municipales, líderes políticos y rectores de los servicios públicos, corruptos, ineptos o de deficiente formación; distribuyendo el espacio irracionalmente y con equivocados criterios, ante la carencia de un buen Plan de Ordenamiento Territorial; mirando displicentemente la importante región que debiéramos estar liderando como eje integrador; condescendiendo con las empresas de transporte público dados los mediocres servicios que estas prestan y malgastando los recursos de inversión en obras superfluas, mientras se deja de hacer lo esencial.
Ante lo cual, hoy y de cara al futuro, seguimos sin la infraestructura adecuada para aspirar a atraer inversión foránea, sin estrategia económica alguna que nos marque un norte en tal sentido, ni proyecto cultural o turístico coherente y factible.
De tal dimensión es el estado de carencia y postración al que hemos llegado, que podríamos simplificar su diagnóstico, diciendo que a Ibagué le está faltando hoy casi todo lo que una ciudad requiere para merecer verdaderamente tal calificativo.
Comentarios