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El año pasado, me invitaron a Guapi para documentar algunos proyectos de turismo comunitario. Fue amor a primera vista. La gente de Guapi es gente del agua, todo se mueve a través de los ríos que son como un inmenso sistema circulatorio que alimenta el corazón del territorio; por sus venas van barcas que llevan y traen el alimento vital del municipio y tener la gente frente a mi cámara me permitió conocerla, compartir con ella y poder apoyar algunos de sus procesos desde mi quehacer como fotógrafo.
Guapi es un territorio diverso en cuanto a la gente, la gastronomía, la cultura, la música, las artes y sus tradiciones; es la muestra latente de que no hay que ir al fin del mundo para encontrar buenas historias, porque están aquí, siempre cerca de nuestro corazón. Vivo, pienso y respiro todo el tiempo fotografía, oficio que se volvió todo para mí. Busco encontrar personas con historias como estas, que a simple vista pueden parecer historias comunes pero que son inmensas; historias de la cotidianidad, de la realidad en Colombia que diariamente nos abraza y nos golpea.
Mi trabajo representa la forma como veo la vida, mis fotos son muy cercanas porque me aproximo a las personas, me interesa realmente conocer sus historias y compartir con ellas ese breve momento en que están frente al lente y que casi siempre es tan efímero, pero a la vez tan valioso.
En este trabajo, quise mostrar la vida de los guapireños alrededor del agua y mi conexión personal con el territorio. Estando junto a ellos, pude ver más allá de los problemas que, como en cualquier municipio del Cauca, los aquejan; me embebí de sus paisajes, su gente, su cultura y su realidad. Desde el primer contacto con el muelle, te encuentras de todo: barequeros que buscan el oro arrastrado por los ríos, jóvenes que se divierten en el agua, gente que lava su ropa y pescadores que llegan en todo momento a vender los frutos de su faena.
En mis viajes, pude conocer dos rutas de turismo comunitario muy organizadas en Guapi: las mujeres del río Chanzará y la de Raíces de Tierra y Mar. La primera está organizada por un grupo que creó su propia marca y produce aceites e infusiones a base de hierbas y plantas, y en medio de la experiencia te llevan a conocer el caserío de Chanzará en donde la comunidad local te ofrece un hospedaje al lado del río. Además, te llevan por senderos ecológicos y plantaciones de coco, y te brindan la oportunidad de conocer de primera mano el proceso de elaboración de sus productos y sus formas tradicionales de subsistencia, todo en medio de un turismo inmersivo que te integra a sus quehaceres mientras disfrutas de la experiencia de nadar en una quebrada de agua dulce o aprovechar los beneficios del barro para la piel.
La ruta de Raíces de Tierra y Mar también está conformada y organizada mayoritariamente por mujeres que han vivido en medio de las difíciles situaciones que desde siempre ha atravesado el Pacífico colombiano. Ellas te muestran el otro lado del territorio y su cultura. La ruta inicia en el muelle de Guapi y luego te llevan en lancha hasta el caserío de Joanico, donde interactúas con la gente y te cuentan un poco sobre su vida al lado del río, te enseñan el secreto para preparar las mejores cocadas y te prestan un potro (una especie de kayak de madera) en el que vas remando por el río, con ellas acompañándote mientras cantan melodías tradicionales.
Después, llegas hasta al caserío de Quiroga en lancha, en donde puedes estar con pescadores y piangüeras que cuentan también con un bonito hospedaje justo al lado del río, y con ellos puedes probar una de mis experiencias favoritas de la ruta que consiste en ir con los pescadores hasta el mar. Allí te enseñan a usar las redes, te cuentan sobre los peces y los mariscos que ayudaste a pescar, y te brindan un refrigerio de tamales de piangua y una refrescante limonada, antes de regresar a tierra firme.
También en la ruta está el resguardo indígena eperara de Nueva Bellavista, donde trabajan las artesanías a base de una fibra que extraen de dos plantas que ellos mismos siembran en medio de la selva: se llaman palma de tetera y chocolatillo, y con ellas construyen canastos y otros elementos de su cotidianidad que también venden a través de intermediarios y en ferias por todo el país.
Otra experiencia inigualable de esta ruta es conocer a los Torres, hermanos del maestro José Antonio Torres o Gualajo, músico y luthier del Pacífico que falleció hace un par de años, y que son la raíz vi|va de la música de la región. Ellos te muestran la ‘marimba de los espíritus’, una marimba colgada en su casa, verde ya por la humedad que la invade, y que, según dicen, es la más antigua de la que se tiene registro en Colombia. También, puedes sentarte a compartir con ellos mientras tocan la marimba y te van contando anécdotas de su vida a través de este río que los cobija y de todos los ríos que lo alimentan y forman este sistema circulatorio.
Te invito a vivir esta experiencia transformadora para entender un poco la otra realidad del Pacífico caucano y de su gente, de personas que son del agua y siempre vuelven al agua.
*Miguel Varona. Popayán, Colombia. Estudió administración, pero después de un año de ejercerla decidió abandonarla y dedicarse a hacer lo que más le gusta en la vida: ser fotógrafo. Su trabajo de fotografía documental se extiende por varios campos de la cultura: músicas tradicionales y populares, festividades y carnavales, rituales urbanos y rurales, culturas culinarias y arquitectura patrimonial, entre otros. Por más de 20 años, ha documentado importantes procesos del suroccidente colombiano. Todo en su vida gira en torno a su oficio y busca que sus fotos muevan cosas y generen cambios. Es coautor de tres libros. IG: @miguelvaronafoto.
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