PUBLICIDAD
En un oscuro capítulo que ha manchado el deporte colombiano, el secuestro se erige como una amenaza siniestra, alcanzando incluso a íconos deportivos como Luis Díaz, destacado futbolista del Liverpool.
Hoy, su padre, Luis Manuel Díaz, ha sido liberado tras padecer 13 días de angustia como víctima de este delito despreciable.
La madre de Luis, Cilenis Marulanda, también fue capturada, aunque afortunadamente fue liberada esa misma tarde. No obstante, la familia Díaz vivió días de pesadilla cuando su patriarca estuvo más de una semana privado de la libertad.
Este suceso, sin embargo, no es aislado en el ámbito deportivo colombiano.
Otros deportistas afectados
Lucho Herrera, leyenda del ciclismo, experimentó el horror del secuestro el 5 de marzo del año 2000 a manos de las Farc. Según declaraciones del conocido 'Negro Antonio' ante la JEP, el secuestro se llevó a cabo debido a la notoriedad pública de Herrera, siendo autorizado por el temido 'Mono Jojoy'. "El hermano de Lucho Herrera vino a mí, hablamos y me ofreció una plata para liberarlo", afirmó, revelando que se entregaron 4.000 millones de pesos por su libertad.
El 22 de septiembre de este año, el ciclista Miguel Ángel López fue víctima de un secuestro fugaz en su casa de descanso en Pesca, Boyacá. Tres horas de angustia le costaron un teléfono celular, 800.000 pesos en efectivo y su camioneta. Un incidente que resalta la vulnerabilidad de incluso los deportistas más exitosos.
En un episodio previo, Hernán Mejía Campuzano, vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, fue secuestrado semanas antes de la Copa América Colombia 2001 por la cuadrilla Aurelio Rodríguez de las Farc en Pereira. El deporte, que debería ser un escaparate de talento y unidad, se ve ensombrecido por estos actos atroces.
No solo los futbolistas y ciclistas han sido blanco de la violencia, los árbitros tampoco han escapado de esta oscura realidad. Armando Pérez Hoyos, árbitro reconocido, fue secuestrado por el Cartel de Medellín el 2 de noviembre de 1988. Su liberación, 20 horas después, llevó consigo el inquietante mensaje "Al árbitro que pite mal, lo borramos". Este incidente marcó el inicio de una serie de eventos que culminaron en la cancelación del campeonato colombiano al año siguiente, tras el asesinato de otro árbitro, Álvaro Ortega.
En este sombrío panorama, el deporte colombiano se enfrenta a un desafío adicional: la seguridad de sus protagonistas. El secuestro, que ha dejado cicatrices imborrables en la historia del país, amenaza con ensuciar también el legado de aquellos que llevan la bandera del deporte nacional.
Comentarios