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Las mujeres rurales son agentes claves para conseguir los cambios sociales, culturales, ambientales y económicos necesarios para el desarrollo de un territorio; enfrentando retos de acceso limitado a créditos, salud y educación. Esto se vio agravado por la crisis sanitaria y el cambio climático.
Ante este panorama el Plan de Desarrollo Nacional 2022 – 2026 plantea trabajar en ejes estructurales como el generar, reconocer y fortalecer en las mujeres su desarrollo económico. Para ello se plantean acciones para acceder a las políticas de empleo, vivienda, tierra, salud y educación con el objetivo de cerrar las brechas de género y avanzar hacia una sociedad más equitativa.
La mujer rural presenta tasas de empleo muy por debajo a comparación de los hombres rurales y ganan cerca de la mitad de sus ingresos; de otra parte, la evidencia sugiere de hecho que existe una brecha de género en los derechos de propiedad y de acceso a fuentes de financiamiento.
De acuerdo al informe Mujeres rurales en Colombia (Dane, 2020), la participación de las mujeres que habitan zonas rurales en el mercado laboral es menor en comparación con los hombres rurales (la tasa de ocupación es menor en 37,3 puntos porcentuales) y con respecto a las mujeres urbanas (la tasa de ocupación es menor en 14,1 puntos porcentuales). Situación que puede estar relacionada a aspectos culturales patriarcales y machistas, donde el papel de la mujer rural se limita a las labores del hogar, el cuidado de los hijos y el mantenimiento de la unidad productiva que no es remunerado ni reconocido.
En los últimos años la violencia contra la mujer ha comenzado a ser visibilizada, lográndose el compromiso de instituciones y entes territoriales para la inclusión e implementación de políticas públicas de prevención y protección contra todos los tipos de violencia que afectan a las mujeres. A pesar de una realidad caracterizada por la exclusión, discriminación y violencia, las mujeres cada vez más han asumido un papel activo en la reivindicación de derechos y agentes de su propia transformación; solo por mencionar acciones adelantadas en el sur del Tolima por la Red de Mujeres Chaparralunas, y Asometh en Herrera – Rioblanco, en contra de la violencia hacia la mujer y el fortalecimiento de los liderazgos femeninos en la región, a nivel político y económico.
La resistencia de la mujer campesina del sur del Tolima, generará nuevas oportunidades y emprendimientos para otras mujeres que buscan mejorar su calidad de vida y la de sus familias, por medio de proyectos e iniciativas de negocio; es así que se reconoce el poder que poseen las mujeres para transformar sus comunidades y su lucha por los espacios que visibilicen su rol en la sociedad.
Las actividades desarrolladas por las organizaciones de mujeres rurales son de gran importancia para el desarrollo de los territorios, en las que su labor aporta a la disminución de la pobreza; motivación para otras mujeres en la planeación de proyectos de vida individual y colectiva; con posibilidad de generar espacios para las nuevas generaciones, donde el campo tiene futuro.
Sin embargo, no se puede negar que, a pesar de los avances y logros de las campesinas, siguen siendo víctimas de la inequidad de género, de la discriminación y de la violencia cultural y estructural presentes en los territorios.
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