¡Hasta pronto!

Alberto Bejarano Ávila

Razón tienen quienes protestan por problemas sentidos y nunca atendidos por los llamados servidores públicos. Salvo que afrontemos, de raíz, los graves y crecientes males que padece el Tolima, de nunca acabar serán las quejas por agua, vías urbanas y rurales, infraestructura, inseguridad, hambre, pobreza, desempleo, venalidad, alto costo y mala calidad de servicios públicos, exclusión, desigualdad, falta de oportunidades para la juventud y tanto problemas endémicos que, hilando fino, acaban siendo subterfugio moral para enfermizos o adictos a la pseudo cultura del “ya y el yo” que hacen o desean hacer política sin un sentido histórico (de futuro) que exija actitud ética con los tolimenses que, lo parece, sufriremos por siempre la fatua y necia labia que infla egos pero no indica caminos posibles hacia un futuro mejor.
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Quienes me honran leyendo mis textos habrán notado que, por lo general, no me ocupo de temas puntuales, cosa que ocurre por mi firme creencia en que la virulenta patología, arriba resumida, existe y engorda porque desde hace muchos años el Tolima sufre apocamiento de las ideas y la moral política, drama que no sanaremos llorando cada dolor sino encarando las causas del atraso, o igual, restaurando todo el organismo. Pero creo que “ese mercadillo de ideas seguirá ofertando baratijas y chamanismo teórico” y que todo empeorará porque los “yoistas” desdeñan toda tesis renovadora y la tildan de elucubración cansona porque no se suma y sí rechaza esa mentalidad casuística, trivial y regresiva que estilamos en el Tolima.

Por algunas semanas no escribiré para darme tiempo a la reflexión sobre el anquilosamiento mental en el Tolima, pero antes quiero recordar, de forma breve, pues en corto espacio no puedo sustentarla, mi tesis sobre cuál es el corazón de la restauración del Tolima, o mejor, la sístole y la diástole que irrigaría por toda la geografía tolimense energías transformadoras. Uno: reconstruir el tejido social prohijando el reencuentro de los, digamos, tres millones de tolimenses que encarnamos el Tolima físico y virtual. El enratonado “Hotel Ambalá” pudiera ser el epicentro de la renovación del Tolima; allí cada municipio tendría oficina para levantar su propio padrón (su colonia) en Ibagué e integrarse a la dinámica regional; tendrían oficinas las organizaciones sociales y operaria una agencia de relacionamiento internacional; habría espacio para ruedas de negocios, muestras cultuales, pedagogía sobre el Tolima, tecnología para la integración social y económica y más acciones que repararían la identidad tolimense.

Dos: rehacer la rectitud política fundando un colectivo netamente tolimensista cuya misión seria restaurar al Tolima y, por tanto, no sería un simple aparato electorero salivando urnas, sino entidad con militancia consciente y demócrata, con proyecto político para restaurar al Tolima y con claras normas para nominar y elegir personas aptas para liderar ese proyecto. En estas dos magnitudes simbióticas radica la única solución para el Tolima: sin identidad y sociedad civil organizada jamás surgirá una política disruptiva y, sin esta, jamás se propiciará el reencuentro de los tolimenses para construir el futuro que merecemos. ¡Hasta pronto!

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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