Otro cuatrienio y...

Alberto Bejarano Ávila

Necesario es hacer crítica, implícita o explícitamente propositiva, aun sabiendo que la crítica no inmuta y que la propuesta no interesa y ello por omitir o ignorar que, desde hace varias décadas, los tolimenses caímos en una decadencia que impide el examen colectivo respecto a quiénes somos, de dónde venimos y hacia vamos, para así pensar el futuro desde nuestra realidad, nuestra geografía, nuestro pasado y, en suma, desde nuestra identidad.
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La crudeza y no el positivismo pueril es la única forma de ser directo y, por ello, comparo la vejez con la decadencia político-social, pues ambas siempre irán de mal a peor, aunque a la vejez ayuda el saber geriátrico para brindar calidad de vida hasta la hora final, mientras que la “política”, con retórica efectista, falsa y miope, logró estacionar al Tolima en la retaguardia del progreso nacional y mundial, creando espejismos que solo el ingenuo reconoce como ciertos.

A diferencia de la persona que nace, madura e inexorablemente muere, la decadencia puede revertirse si los “políticos” y otros “lideres” no siguen naciendo avejentados y no pocas veces malandros. Pese a este fundado escepticismo y para no caer en prejuicios ligeros, creo que debemos dar compás de espera a los nuevos gobiernos del Tolima, pero no sin aconsejarles que la gestión histórica solo es posible rompiendo radicalmente con la vieja mentalidad que entroniza clanes y gamonales como arquetipo de excelencia política, pues ello es propio del feudalismo y no del tiempo moderno e inclusivo, razón por la cual los gobernantes deberían rectificar para revertir la tendencia regresiva del Tolima, porque, como hoy bien procede el gobierno del cambio, y no es augurio delirante, podría suceder que en una década La Guajira y el Chocó transiten por caminos de progreso y el Tolima por trochas del olvido.

Rectificar exige exaltar una nueva forma de pensar al Tolima para erradicar el populismo que no permite sintonizar el espíritu regional con la industrialización; la agroindustria; la entrega de tierras a los campesinos; la reconversión cultural; el pensamiento regionalista; el rescate de la identidad; un ambicioso plan vial; la modernidad en la movilidad urbana; las grandes reformas socioeconómicas; el futuro del Triángulo del Tolima; las comunidades energéticas; la defensa del agua y demás recursos naturales; el reencuentro de los tolimenses y muchas más tareas realmente transformadoras. Rectificar para revertir también exige aproximación al gobierno central para que el Tolima evolucione hacia el progresismo, en vez de pretender asegurar pírricas vigencias políticas personales desacreditando al gobierno del cambio y con ello atizando odios, confusiones y discordias que rompen la sinergia del progreso tolimense.

Mientras al Tolima lo caracterice un frenético conservadurismo retrógrado que avergüenza, difícil será rectificar y la noción de progreso seguirá siendo falsaria y majadera. Por tal razón invito a la sindéresis, iniciando por qué no, por ver documentales sobre los países nórdicos, alpinos y otros, para entender, que buena falta hace, que es progreso y calidad de vida y así no seguir autoengañándonos mientras que el Tolima rueda hacia la pauperización.

 

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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