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Así es como rehúyen los juicios de valor respecto al fracaso histórico del Tolima y logran que la prospectiva, económica, política y cultural, siempre se delinee con el mismo patrón utilizado desde tiempo remoto para evitar que la teorización sobre el desarrollo roce siquiera la culpa de ese fracaso histórico y, de paso, acallar la tesis de un quiebre histórico tolimense.
La bien tramada impunidad de las culpas del atraso en el tiempo y el espacio tolimense permite que muchos dirigentes sectoriales, en especial el político, con cháchara oportunista, eufemística y sutil, se presenten ante la ciudadanía como estrategas del futuro, cuando realmente están reciclando el pasado para conseguir canonjías personales a costa del incesante sacrificio de sucesivas generaciones de tolimenses que desemboca en graves problemas sociales.
“Que todo cambie para que nada cambie”, es aforismo gatopardesco que suelo citar porque enfada que el vocablo cambio se manosee para dilatar el quiebre histórico tolimense. Ahora parafraseo una lectura reciente expresando que duele ver como el tiempo tolimense oscila entre principios regionalistas sin oportunidad y oportunismo político sin principios.
Bajo las premisas sobre la impunidad del fracaso histórico tolimense y el autismo que impide saber de otros caminos, argüiré cómo, hechos reales, pero no sentidos, afectan negativamente el progreso y la calidad de vida y llenan de incertidumbre nuestro futuro; para ello traigo como ejemplo el agua, recurso vital, y por naturaleza patrimonio común, que seguirá escaseando y por escasez e inepta y venal gestión, podría llevar a la estúpida privatización que, sin duda, asestaría la estocada final a la posibilidad de un Tolima prospero. “Soldado avisado…”
Así como es verdad que en 2044, el 2024 pertenecerá al pasado, también es verdad que, si la buena gestión del agua pasa por la política, las ciencias y las tecnologías, es cínico atribuir al cambio climático los efectos de la venalidad y la torpeza de quienes en el ayer gestionaron el recurso agua y que hoy se evidencian en racionamiento en comunas, barrios y municipios tolimenses; en abandono de cuencas y microcuencas en todo el Tolima; en vicios de gestión, calidad y finanzas en acueductos municipales y comunitarios (dicen que el Ibal fue y es caja menor del politiqueo ibaguereño); en deterioro medioambiental. No es el cambio climático, es la falta de identidad regional y de esta la inexistente ambición de poder para transformar, prever amenazas y enmendar vicios, las razones que impiden solucionar la escasez de agua, escasez que seguirá creciendo porque los tolimenses aún no entendemos solo tenemos dos opciones: ser artífices del futuro o continuar reciclando el pasado.
Con mesianismo, caudillismo o mera protesta el Tolima jamás tendrá claro el panorama de embalses; acuíferos; represas; reforestación de cuencas, microcuencas y páramos; fusión y evolución de acueductos; cultura del agua; autoridad ambiental y, por ello, la deforestación, la tala de árboles, el turismo destructor y la venalidad seguirán aumentando. Continúa…
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