Economía popular vs. Ortodoxia económica (II)

Alberto Bejarano Ávila

Explico el capitalismo popular recordando haber propuesto una reforma estatutaria del IBAL para que, partiendo de la premisa de que el agua es heredad de los ibaguereños, los usuarios adquirieran acciones, pagaderas en la factura.
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Así el IBAL tendría dolientes, pues los usuarios podrían participar de la gestión (asambleas, junta directiva, comités) y de las utilidades que, de hecho, rebajarían el valor del recibo. Igual muchas empresas privadas podrían compartir con sus trabajadores, bajo sesudo reglamento, paquetes de acciones o cuotas de capital que afirmarían su compromiso con los fines de aquellas empresas, su competitividad y el espíritu emprendedor, pues más tolimenses serían dueños de algo. La última idea no gustará al avaro ni a la izquierda ortodoxa que niega la coexistencia de una economía diversa y polifuncional. 

También explico la economía popular recordando a Cooperamos, que alcanzó a operar cerca del 15% del ahorro privado del Tolima y se preparaba para operar parte del ahorro público a efectos de lograr relativa independencia del poder financiero nacional, poder que decidió neutralizar este exitoso modelo financiero cooperativo-regionalista que impedía saquear los ahorros y los esfuerzos empresariales tolimenses. Aún hoy, en la teorización del desarrollo, no se concibe que el ahorro regional, operado por entidades tolimenses, sea estrategia vital para la formación de capital tolimense (excusen que redunde), pues la rentabilidad obtenida se reinvierte en el mismo Tolima bajo la forma de apalancamiento financiero, obras, empleo, ideas, cultura y más destinaciones que oxigenan el círculo virtuoso del desarrollo endógeno. 

Al hablar de economía circular es insensato omitir la estructuración financiera regional, pues es absurdo que el esfuerzo tolimense acabe enriqueciendo al capitalista financiero exógeno que, sin estorbo alguno, explota y convierte ese esfuerzo en rentabilidad que remesa a otros destinos, merced a la inocuidad del liderazgo gremial y político regional que ha sido incapaz de instituir un sinérgico círculo virtuoso (trabajo, ahorro, capital y reinversión) que dinamice la prosperidad social y empresarial tolimense. Solo las personas capaces de focalizar la visión de futuro tolimense con sentido histórico y largueza de espíritu, podrán imaginar cuál sería hoy el grado de autonomía financiera y la dinámica de la formación de capital regional, si el Tolima de fines del siglo XX, hubiese sido capaz de salvaguardar proyectos como Corfitolima, Cooperamos y otras experiencias que surgieron con motivaciones e intereses superiores.

La única forma de parar la caduca, vergonzosa, corrupta y creciente mediocridad que, como peste egipcia, invade al Tolima, es admitir que el crecimiento económico regional es premisa inequívoca u objetivo vital, más no crecimiento per se, pues debe decidirse si se hace con la gente o se hace sin ella, como siempre ocurrió en la economía nacional y de ahí el aberrante nivel de desigualdad y exclusión social. Como economía popular se define hoy el crecimiento económico con la gente y este solo emana de la identidad, la territorialidad y la creencia de que en cada tolimense subyace un espíritu emprendedor que espera apoyo y oportunidad. 

Alberto Bejarano Ávila

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