“Ni el enfermo quiere, ni…”

Alberto Bejarano Ávila

No es tan sencillo como pareciera, pero lo plantearé.
PUBLICIDAD

Bastaría con que un grupo significativo e idóneo de tolimenses de ideas y voluntad libres y por tanto no ligados culturalmente o por intereses personales a las conductas estiladas en el orden económico y social y el ejercicio “político”, juzgarán y sentenciarán si el Tolima vive tiempos de decadencia o no. Tal juicio es crucial, porque si no existe decadencia, entonces callemos nuestros lamentos y sumémonos a la forma como se viene gestionando el progreso tolimense, pero, si el dictamen señala que la decadencia es real, entonces sería menester aclarar cuáles deberían ser los paradigmas y la visión estratégica que convienen a la sociedad, la economía y la política para gestionar un proceso de transformación integral en toda la extensión del territorio tolimense

En mi perspectiva de la simbiosis desarrollo, prosperidad social y futuro y seguramente mal vista o ninguneada por los exegetas del desarrollo tolimense, que nunca han logrado atinarle al asunto, observo que, incluidas la academia y los intelectuales, extrañamente en el Tolima contemporizamos con la más baja expresión de decadencia como lo es la politiquería, pues se ignora o se elude ese genuino sentido político que traza coordenadas y concita voluntades y acuerdos para exaltar y alcanzar un ambicioso estadio de prosperidad y modernidad y, de ahí, la connivencia, ingenua u oportunista, con un pragmatismo estúpido y corto que, lo dijo alguien, radica en creer que se construye progreso tapando huecos. Parece entonces que al Tolima le es aplicable aquel refrán popular: “ni el enfermo quiere, no hay que darle”.

Algo similar a la confusión del politiqueo con el legítimo sentido político, también ronda en la economía tolimense y ello se explicaría recordando cómo, casi desde siempre, gobiernos y gremios calcaron visiones estratégicas de regiones o países progresistas pensando obtener buenas cosechas en un terreno estéril y enmalezado, tal vez porque, como lo dijera Antonio Machado, “Es de necios confundir valor y precio”. Se ha caído en tan gordo error por ignorar que, antes de copiar visiones estratégicas, se debe investigar y extrapolar a nuestro contexto territorial el cómo esas regiones o países “prepararon sus terrenos para sembrar las visiones estratégicas” y no dudemos, hablo de sociedades realmente progresistas, que los insumos o abonos aplicados fueron rectitud, identidad, reconocimiento, inclusión social, solidaridad y más valores que otrora tuvo el Tolima, pero que se fueron perdiendo y hoy son escasos.

“Arando en el mar” y sin subvalorar el valor de las ciencias económicas y sociales, porfío en que la ortodoxia económica o mero economicismo, aplicado en entornos politiqueros, atiza la decadencia y jamás produce efectos progresistas, es decir la economía y la política deben obedecer a sentidos superiores y, para que ello sea virtud tolimense, hay que tejer paisanaje con horizontes de prosperidad. Por ello insisto en el reencuentro de los tolimenses aupado por el neoprogresismo (utopías). Diáspora, colonias municipales, regionalidad, cultura, artes y más temas, asumidos con rigor y sin manoseos electoreros, propiciarían ese reencuentro.

Alberto Bejarano Ávila

Comentarios