Un largo proceso degenerativo

Alberto Bejarano Ávila

No es a modo de denuncia, protesta o propuesta como abocaré una de las tantas evidencias objetivas del inexorable y tenaz proceso degenerativo que venimos sufriendo los tolimenses y que parece no tener fin.
PUBLICIDAD

Cómo tendría que saberse, esa referida evidencia no es coyuntural sino un viejo y crónico mal, pero las reacciones acusatorias y propositivas, aunque teniendo razón, carecen de finalidad distinta a la ingenua costumbre de clamar o aconsejar soluciones a quienes causan y se favorecen de los problemas, costumbre que equivale al inocuo hábito de “pedirle peras al olmo”, cuando la reacción correcta sería construir contrapoderes para salir del enraizado círculo vicioso que se nutre de la decadencia, mental, moral y económica.

Reiterando que es solo una de tantas evidencias del gradual retroceso tolimense, me refiero al problema de la infraestructura, el equipamiento y la cultura para la movilidad peatonal y vehicular en Ibagué. Este problema, como dijera, no es coyuntural, es decir no apareció hace poco porque, como podemos corroborarlo los ibaguereños mayores, hace parte del proceso degenerativo que desde hace muchos años lacera con inclemencia nuestra vida, justamente desde que, por allá en los años ochenta del siglo XX, se enquistó y se convirtió en normalidad la aberración politiquera, clientelista y rapaz que despilfarra recursos públicos que deberían utilizarse para costear la construcción de infraestructura, equipamiento y cultura que haría de Ibagué un envidiable referente de ciudad progresista y estéticamente acogedora.

Hoy, y con tendencia a agravarse, da grima ver vías llenas de huecos (un paisaje marciano), andenes destruidos y por ello peligrosos, falta de paraderos y parqueaderos, semaforización defectuosa, deterioro progresivo que afecta gravemente la integridad del peatón, al civismo y al parque automotor y, en respuesta oficial, blablablá engañabobos, pues mientras perviva aquel pseudo modelo político nada mejorará y todo agravará. Se entenderá entonces cómo en ese laberinto gris, el denunciar, protestar y proponer jamás termina en soluciones porque la respuesta son oídos sordos, promesas falsas, paños de agua tibia, paliativos y así solo se consigue que los tiempos futuros sean clones demacrados del pasado y del presente.

Creo que en todos los sectores económicos y sociales podría sustentar esta visión realista y por ello, ante a capataces sin honor ni pundonor, la ingenuidad, la intelectualidad etérea, la protesta, la denuncia y el caer en la obviedad de decir cómo deberían ser las cosas, no serán acciones de cambio sino hechos dilatorios para que todo siga igual. Si Usted estimado lector es una de aquellas personas que desean ver un Tolima andando hacia mejor futuro, déjeme que expresa mi sentir sobre la inutilidad de seguir mostrando indignación sin siquiera tocarle el andamio a quienes jamás querrán cambiar porque el atraso es el filón de sus “riquezas” y que mejor sería conversar sobre cómo tejer un acuerdo que establezca los lineamientos culturales, programáticos y políticos para demoler el agobiante círculo vicioso del atraso y, como es nuestro deber histórico, unirnos para empezar juntos la construcción del progreso.

Alberto Bejarano Ávila

Comentarios