El panóptico del griego pan que como se sabe quiere decir todo y opticón observar, es un centro carcelario diseñado para que un vigilante o un pequeño número de ellos, ocultos a la vista de los prisioneros, pueda observarlos sin que éstos se percaten de ello.
Para lograrlo, la estructura de este tipo de edificaciones penitenciarias, no obstante las diversas formas que adopta -la nuestra responde a la figura de una cruz griega-, incorpora en todo su centro una torre de vigilancia con dominio visual de la totalidad de las celdas y de los alrededores.
Las construcciones que responden a este esquema de origen hispano de los siglos XVII y XVIII y que nos dan testimonio de su existencia, apenas sí pasan de 10 y se hallan diseminados por Suramérica y en la península Ibérica, así: tres en Argentina, dos de ellos en Buenos Aires: la Cárcel de Caseros y la Penitenciaría Nacional hoy Parque Las Heras y el Penal de Ushuaia en la sureña Provincia de Tierra del Fuego; dos en Colombia: el Panóptico de Bogotá, convertido en el actual Museo Nacional, y el de Ibagué, en trance de reconstrucción, y de a uno en Ecuador: el Penal García Moreno; en México: el Palacio de Lecumberri; en el Perú: la Penitenciaría de Lima; en Venezuela: la Prisión de La Rotunda, y en Bolivia: la Penitenciaría San Pedro, mientras que sólo dos sobreviven en “la madre patria”: la Cárcel Modelo de Madrid y la Prisión Preventiva y Correccional de Badajoz, hoy Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo.
Como se advierte, debido a su gran valor histórico y arquitectónico, tanto entre nosotros como en España, en cuanto fueron obras de mucha valía y ejemplo de una nueva tecnología de observación que luego trascendería al Ejército, a la educación y a las fábricas, se han querido conservar dándole utilización bien como museo o como parque.
Sólo que nuestra sempiterna indecisión y nuestra miopía para visualizar el desarrollo han impedido que nos apliquemos a definir su destino, que no debe ser otro que “el Museo del Tolima”, o sea el lugar que dediquemos a la preservación y el culto a la memoria de nuestra región, mediante la adquisición, la conservación, el estudio y la exposición de documentos, artefactos, objetos artísticos, científicos o históricos y curiosidades sin fin, que pueden atraer el interés del público, con fines culturales y turísticos, como se enseña con orgullo en cada casa a los amigos y visitantes que llegan, los objetos valiosos acopiados a lo largo de la vida.
La recordación de nuestro pasado indígena y nuestras raíces íberas desde la ya lejana fundación mediante el traslado allí del extraordinario Museo Antropológico de la Universidad del Tolima, la colección de instrumentos musicales de Alfonso Viña hoy de la Universidad de Ibagué y todo el conjunto de objetos propios de nuestro pasado, así como la exaltación de los valores positivos ya desaparecidos en la literatura como Emilio Rico, Martín Pomala, Juan Lozano, Hugo Ruiz, Ernesto Polanco; la de nuestros pintores como Dario Jiménez, Mario Lafont, Jorge Elías, Triana, Julio Fajardo, Manuel Antonio Bonilla, Fernando Devis; o de quienes han brillado en el ámbito musical como Óscar Buenaventura, Leonor Buenaventura de Valencia, Matilde Díaz, Emilio Díaz, Teresita Melo, Alfonso Viña; o en campo del humor como Emeterio y Felipe o ‘Campitos’; o en el deporte como Jorge Viña, Enrique Triana, “Alicate Ramírez”, Jorge Guzmán Molina”; pasando por la cultura del café con Yesid melendro, Rafael Parga, Alfredo Martínez; o arrocera con Guillermo Lasena, Gildardo Armel, Benjamín Rocha, o en la política y la ciencia del Derecho como Darío Echandía, Guillermo Angulo, Jaime Pava, Manuel Coronado, Alfonso Palacio Rudas, Murillo Toro, Alfonso Reyes Echandía, Fidel y Carlos Peláez, Carlos Lozano y Lozano; en el periodismo como Floro Saavedra, Hector Echeverry, Agustín Angarita Somoza, Jorge Álvarez Agudelo o Juán Lozano y Lozano; en el comercio como Eustacio Rivera, Pedro A. Niño, Manuel J. Álvarez Angulo o Salomón Fonseca; en la generación de empresa como Julio César Ramírez, Santiago Meñaca, Guillermo Laserna, Aurelio Rey, Jesús María Pinto, Nicolás Rivera, Yesid Melendro o Aureliano Aragón; en la ciencia como Salomón Hakin o el Dr. Echeverry; en la docencia como Narciso Viña, Juán Olaya, Carmenza Rocha; o líderes cívicos como Enrique Álvarez, Eduardo de León, Roberto Fonseca o Amina Melendro de Pulecio y de los personajes que refulgieron por su negativo actuar en la pasada violencia como Sangre Negra, Desquite, Chispas y Tirofijo, etc, etc.
Todo ello, con el fin de estimular la memoria de nuestras gentes y ofrecerles verdaderos paradigmas para emular, así como la historia de un pasado que les sirva de acicate para un mejor y mas promisorio futuro.
Nuestra sempiterna indecisión y nuestra miopía para visualizar el desarrollo han impedido que nos apliquemos a definir su destino, que no debe ser otro que “el Museo del Tolima”, o sea el lugar que dediquemos a la preservación y el culto a la memoria de nuestra región.
Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME
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