Para este especialista, la corrupción no es una enfermedad, pero si una predisposición en algunos individuos. Sustenta su afirmación en los estudios del psicólogo norteamericano Theodore Millon. Según ellos los corruptos estarÃan clasificados en estos dos tipos: los narcisistas que en su comportamiento son egoÃstas; y los de comportamiento antisocial cuya conducta es de fanfarrones. Ambos estarÃan inclinados a centrarse en sà mismos como fuente de satisfacción de sus necesidades y con una tendencia muy fuerte a la indiferencia frente a las normas.
En otras palabras, para el doctor Acosta, se nacerÃa con una condición de pre-corrupción y ante cualquier tentación, se caerÃa sin remedio en ella. Algo parecido expresaron los hermanos Nule, cuando en indagatorias por los escándalos por los desfalcos al Estado, dijeron que la corrupción era una condición inherente a la naturaleza humana.
Si la corrupción hiciera parte de la naturaleza humana, ya sea como condición o como predisposición, no tendrÃamos nada más que hacer que aceptar la corrupción, ya sea en sus justas proporciones como lo pregonara el expresidente Turbay, o como un mal incurable ante el cual no quedarÃa otra alternativa que acomodarnos y disimularla, tal vez como lo hacÃan algunas familias del norte del Valle, que para esconder vergüenzas, amarraban al familiar con deficiencia mental al papayo sembrado en el patio.
La corrupción es un fenómeno cultural, es una condición social que se puede cultivar en una sociedad. Usted y muchos nacimos y hemos vivido en una sociedad que cumple dos caracterÃsticas que se coadyuvan entre sÃ. Por un lado es una sociedad patriarcal, un modo de coexistencia de los ciudadanos en el que se valora como muy importante y como fundamento de la sociedad la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquÃas, la autoridad, el poder, el crecimiento económico entendido como desarrollo, la apropiación de los recursos, y la justificación racional del control y de la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad. Y por el otro, la concepción social del capitalismo que considera que la vida debe tener una dirección individualista y posesiva. Es la cultura capitalista la que nos hace creer que nuestro proyecto de vida debe ser individualista, competitivo, ansioso por poseer y, a la larga, violento. Nos han hecho creer que este es el único camino hacia la felicidad, que es un proyecto desde siempre inmodificable, que serÃa parte de la razón de ser de los humanos.
La cultura no es un hecho pétreo incambiable. La cultura se recibe de manera pasiva desde el hogar, la calle, la escuela, los medios de comunicación. Pero también, de manera activa, la modificamos, la refrendamos o rechazamos con nuestros actos de vida. Si admitimos que la corrupción es un fenómeno cultural y social, aceptaremos que es un fenómeno corregible, modificable y a todas luces superable. La vida está hecha de acciones no de simples posibilidades. Si deseamos combatir la corrupción debemos pasar a los hechos y asumir posiciones claras desde todos los espacios de la sociedad y del Estado. Educación de calidad, pertinente, cientÃfica, ética, con sentido regional y mirada global. Gobernantes y funcionarios de confianza, cercanos y humanistas. La tarea es larga, ¡manos a la obra!
La semana pasada entrevistaron en El Tiempo al psiquiatra Guillermo Acosta acerca de las motivaciones y del perfil sicológico de los corruptos.
Credito
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
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