Con el advenimiento de la modernidad, poco a poco la vida privada gana un espacio que no tenía. Por decirlo de alguna manera, la vida privada, como las quinceañeras, hace su presentación en sociedad. Desde ese momento lo social queda dividido en dos: lo público o lo de todos, y lo privado o lo individual. Fue una ganancia para la sociedad, porque dedicarse a asuntos particulares o privados dejó de ser visto como un tema peyorativo y de mal gusto social.
El tema de lo privado ha continuado ganando terreno hasta el punto que ya hace parte de los derechos del individuo, de los derechos humanos fundamentales.
La intimidad y la privacidad son un derecho sagrado, por lo tanto vedados a cualquier intrusión por parte del estado o de otros individuos. Más de un artículo de nuestra constitución política reconoce la importancia de preservar el fuero de lo privado y de lo íntimo. El Estado es un ente creado para el servicio de los ciudadanos. Su esencia y naturaleza es servir a sus asociados. Con el paso del tiempo, el Estado ha ido ganando cierta autonomía y por razones de confianza y tranquilidad resulta, paradójicamente, más importante la seguridad del Estado que la de los mismos ciudadanos.
La creación, que es un ente abstracto e inmaterial, se asume más importante que sus creadores, que son reales, sensibles, razón de ser de la existencia del Estado. Una monstruosidad.
Esta degeneración trata de convencer a los ciudadanos que pierdan lo ganado con su privacidad y mundo íntimo, para permitir que el Estado, que debería ser la expresión de lo público, indague sin cortapisas en los asuntos privados. Es como sostener que para preservar la libertad se ofrece la seguridad de una cárcel. El Estado argumenta que para que la sociedad sea segura él debe meter sus narizotas en las llamadas telefónicas, cartas, correos electrónicos y todo tipo de comunicaciones.
No faltará el despistado que diga que el que no tiene nada que ocultar no debería preocuparse. Esto es falso. Si fuera cierto las personas no bajarían la voz, para ser privados, cuando un ser amado las llama por celular. No conozco a nadie que quiera pedir favores, por ejemplo sexuales, a gritos en la plaza pública porque el que nada debe nada teme. Una cosa es la lucha contra la corrupción, las mafias y el bandidaje y otra querer desaparecer de tajo la intimidad de las personas. La privacidad es un derecho de la persona que hay que defender y exigir que se respete sin ninguna condición.
Fueron muchas las fechorías que desde el Estado se fraguaron contra la intimidad y la privacidad de centenares de ciudadanos, en las famosas chuzadas del DAS, dizque para garantizar la seguridad del Estado. Se quiere construir un Estado seguro haciendo inseguros a los ciudadanos. Con este argumento se persiguió a opositores y se metió en cintura a muchos inconformes.
Hay que rechazar sin desmayo la intromisión del Estado en la vida privada, un derecho fundamental de las personas.
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