Los políticos tienen fama de ser tercos y cabezas duras. Se enamoran de sus ideas y con ellas se la juegan hasta el final. Lo peor es cuando con esas ideas se obtienen triunfos. De ahí en adelante, consideran haber encontrado la fórmula mágica para salir avante.
Culminaron las elecciones con resultados conocidos. Reelección del presidente, derrota del Centro Democrático, enaltecimiento del proceso de paz y repudio a la guerra. Cada sector interpreta las cifras electorales desde su particular punto de vista.
En días pasados en un diario de circulación nacional un columnista, a propósito de la euforia que desató el triunfo de Nairo Quintana en Italia, expresaba su escepticismo, pesimismo y descontento con los colombianos en general.