Bogotá esta pagando los costos de su propio éxito económico. Es la ciudad más desarrollada del país, con tasas de crecimiento más altas que la mayoría de las regiones, donde se genera la mayor cantidad de empleos y se pagan los salarios más altos, donde se logran tanto los grandes negocios como los más espectaculares eventos. En una palabra, no sólo es la capital política de Colombia sino también la capital económica y cultural.
Pero no hay que exagerar. Con entusiasmo cachaco, Carlos Caballero escribió hace poco que Bogotá genera más del 60 por ciento del PIB nacional, cuando en realidad es “solo” el 26, que ya es mucho pues solo tiene el 16 por ciento de la población. Tal vez Carlos se confundió con la cifra, esa sí cierta, de que en Bogotá se recauda el 57 por ciento de los impuestos nacionales y el 74 del impuesto de renta.
Tanto éxito no viene gratis. Por ser el polo de atracción de migrantes de todas las regiones, Bogotá es la cabeza hinchada del país con una población que ya excedió la capacidad de la infraestructura urbana. Algunos ejemplos recientes del impacto del exceso de demanda sobre los servicios de la ciudad son la congestión del aeropuerto Eldorado, la insuficiencia de las vías y el colapso de la movilidad, o el exagerado incremento de los precios de la vivienda, casi el doble que en el resto del país.
¿Cual es la explicación económica del éxito del Bogotá? ¿Cuáles son los recursos abundantes que son el motor de su acelerado crecimiento? Si el recaudo de impuestos reflejara el sitio de producción, Bogota sería la mayor productora de petróleo, carbón y oro, y sería el sitio donde se hacen la mayor cantidad de obras civiles. Por supuesto que no lo es, pero casi todas las casas matrices de las empresas de esos sectores se radican en Bogotá, donde, por supuesto, no hay una sola mina ni un solo pozo petrolero.
La razón aparente para esta ubicación podría ser un círculo virtuoso: la empresas se van para Bogotá porque allí están todos los servicios, y en Bogotá hay muy buenos servicios porque es donde los demandan las empresas. Pero la verdadera razón es otra. Se prefiere a Bogotá porque es donde está el poder político y financiero; en Bogotá se adjudican las licitaciones y los títulos mineros, se manejan los contratos y también las demandas a los contratos, se hace el cabildeo para obtener gabelas tributarias y subsidios, se toman las decisiones financieras y se asignan los créditos.
La explicación del milagro bogotano es el Centralismo político y financiero. El Estado central es la fuerza centrípeta que atrae la inversión y las empresas; detrás de ellas vienen los servicios jurídicos, financieros, tecnológicos o de consultoría que también se concentran en Bogotá.
Esa masa crítica de consumidores con buena capacidad adquisitiva, y el resto del país que tiene que viajar a la capital, impulsan el comercio, los hoteles, la construcción y el transporte. Así la ciudad se expande hasta que colapsa pues, que paradoja, el centralismo también resulta perjudicial para el Centro.
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ADENDA 1: ¡Qué vergüenza para el Valle del Cauca! Dos gobernadores del PIN destituidos por corrupción y politiquería. Ya en Cali se logró elegir un Alcalde que derrotó a las maquinarias clientelistas; ahora hay que hacer lo mismo en el Departamento.
ADENDA 2: ¡Qué honor para Colombia que Brasil haya postulado para la presidencia del Banco Mundial al exministro José Antonio Ocampo; de lejos es el mejor de los tres candidatos!
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