“Páselas por inocentes”. Era la frase que más se decía cada 28 de diciembre cuando los niños, y también los adultos, nos divertíamos con bromas, chanzas y mentiras piadosas que se hacían creer a la víctima de la inocentada. Era una extraña manera de celebrar el día de los santos inocentes en conmemoración de la masacre de todos los niños de Belén mandados a asesinar por orden del rey Herodes con el fin de desaparecer al niño Jesús, a quién consideraba una amenaza para su trono pues unos magos de oriente le dijeron que venían a adorar al recién nacido rey de los judíos.
Tal vez esa costumbre popular de inventar mentirillas era una forma de negar la realidad de esa masacre porque, así estuviera relatada en el Evangelio de Mateo, en nuestra mente infantil no cabía la posibilidad de un gobernante tan perverso que mandara asesinar niños inocentes cuyo único delito era haber nacido en el lugar y el tiempo equivocado, tan solo porque había oído un rumor, propagado por unos reyes magos que no tenían Facebook ni redes sociales.
Se dice que muchas veces la realidad puede ser peor que la ficción y así se acaba de comprobar con la fosa común recién descubierta en el cementerio de Dabeiba, donde amontonaron cuerpos de víctimas de los mal llamados “falsos positivos”, esos asesinatos de inocentes presentados por algunos militares como guerrilleros para ganarse unos pesos o unos días de vacaciones.
Son impresionantes los relatos de los militares arrepentidos que se han sometido a la Justicia Especial para la Paz (JEP) y han relatado con lujo de detalles todo el macabro proceso. Desde la escogencia de las víctimas, el engaño para llevarlas al matadero lejano para que no hubiera quien los reclamara, la ejecución y los tiros de gracia, la disfrazada de los cadáveres con uniformes de guerrillero, cuidando que los orificios de las balas coincidieran, el entierro en fosas comunes y las estrategias de silenciamiento para ocultar la verdad y evitar que nadie la contara.
Ante tanta sevicia, diseñada y ejecutada con total precisión, el rey Herodes quedaba como un villano aficionado. Lo que tienen en común es el total desprecio por el valor de la vida humana, el “Todo Vale” para defender un trono o para mostrar el éxito de la estrategia de seguridad democrática para acabar con la guerrilla.
Lo que ha cambiado frente a los juegos infantiles es que la festiva frase de “páselas por inocentes” fue reemplazada por la tenebrosa consigna “páselos por culpables”. No importaba que fueran discapacitados, jóvenes con retraso mental o habitantes de la calle; todos inocentes, pero se trataba de mostrarlos como culpables de ser peligrosos guerrilleros que no estaban recogiendo café.
Muy importante la labor de la JEP y la Comisión de la Verdad para destapar y reconstruir esas dolorosas tragedias, motivar el arrepentimiento de los victimarios y la reparación de las víctimas, que por lo menos van a poder dar sepultura a los restos de sus familiares, y así avanzar en la necesaria reconciliación nacional.
Lo preocupante es que la historia se sigue repitiendo como en el caso del desmovilizado Dimar Torres, asesinado por un cabo del ejército, o de los cientos de líderes sociales y defensores de derechos humanos, todos inocentes asesinados frente a la pasividad de un Estado que se muestra impotente para defenderlos.
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