Necesitamos voluntad y coraje para superar la tormenta

Carmen Inés Cruz Betancourt

La sumatoria de calamidades que vivimos actualmente en Colombia es alucinante: Violencia guerrillera, paramilitar y del narcotráfico, desbordantes; delincuencia e inseguridad urbana crecientes y aterradoras, masacres y desplazados por montones; dos años y medio sufriendo la pandemia por el Covid-19 y sus graves implicaciones; una larga temporada de lluvias devastadoras que arrasa cosechas, caminos y viviendas; corrupción, impunidad, pobreza, inequidad social y deforestación a máximos niveles.
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Se suman la enorme desconfianza ciudadana en instituciones claves del quehacer nacional y una agresiva campaña electoral. También, precarios resultados en el litigio con Nicaragua en la Haya; confesión de culpa ante la JEP de militares sobre cientos de “falsos positivos” ordenados por sus superiores que, aun cuando conocido previamente nos horroriza y estremece; un comandante del ejército acusado de intervenir en política, una negativa al pedido de preclusión por el delito de soborno a testigos en el caso del expresidente Uribe Vélez que si bien ha perdido fanáticos aún le quedan muchos, y un gobierno agonizante, débil y embolatado ante la extrema complejidad del momento. Y, como si fuera poco, la monstruosa guerra contra Ucrania que impacta nuestra sensibilidad y también nuestra economía. Esas y otras calamidades suman demasiadas tragedias a la vez y constituyen grave amenaza a nuestra salud mental porque generan enorme inseguridad, angustia y confusión.

¿Cómo sobrevivimos a semejante situación? Algunos evitan recibir información o se encierran en una burbuja para sustraerse de cuanto sucede en el entorno, con lo cual no resuelven nada y tampoco logran evadir las consecuencias. Definitivamente los colombianos necesitamos mucho coraje y resiliencia para soportar semejante avalancha de calamidades pero, por fuertes que seamos, es inevitable sentir temor y angustia, que bien podría sumirnos en la depresión y la desesperanza. Frente a todo esto, solo queda sacar fuerzas de donde sea para convencernos de que somos capaces de superar tan grave tormenta. Es una tarea ardua, muy ardua y requiere de voluntad, entereza, energía y generosidad de muchos, de todos, porque unos pocos no lo lograremos. 

Dado el momento que vivimos, tal vez lo mejor que pudiéramos hacer es garantizar que elegimos la persona más idónea para dirigir a Colombia durante el durísimo período que sigue. No podemos esperar mesías ni pedir milagros, porque no llegarán, así que aún superando apegos a partidos políticos, querencias o preferencias personales, tendremos que aceptar que a la hora de elegir, por sobre todo, deberá primar la certeza de que quien asuma la Presidencia el próximo 7 de agosto, sea aquella persona capaz de distanciarse de los extremos políticos, propiciar la unión entre los colombianos y hacer acopio de su experiencia y fortaleza para conducir con máxima  prudencia, energía, diligencia e inteligencia. Los ciudadanos, a la vez, tendremos que aceptar que los cambios profundos que necesitamos en el país los haremos todos, comenzando por cambiar nosotros mismos, porque es evidente que ha imperado el individualismo, la conflictividad, el odio y la intolerancia; esas posturas y la actitud de “sálvese quien pueda y todo vale”, nos han llevado a la penosa situación que hoy padecemos. Es imperativo, entonces, que nos demos la oportunidad de superar diferencias, sumar voluntades y cooperar, si no es así, estaremos propiciando mayores males.

Solo los colombianos podemos evitar que Colombia se consuma en el caos. Es el gran desafío que debemos asumir si queremos sobrevivir dignamente y merecer el respeto de esta y de las futuras generaciones.

Carmen Inés Cruz Betancourt

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