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Veamos: en las elecciones regionales de octubre 2019 el potencial de sufragantes del Municipio de Ibagué fue de 417.413 mientras los sufragios sumaron 228.416, lo que significa que 45.28 % de las personas habilitadas no ejercieron su derecho al voto.
En aquella ocasión se presentaron nueve aspirantes a la alcaldía de Ibagué, lo que implicó dispersión de votos y el elegido solo recibió el 21.8% de los sufragios. Se destaca, además, que hubo 24.295 votos en blanco, equivalente al 11.4 %.
Quedan lecciones aprendidas, nada novedosas porque es una historia que se repite y que deberíamos asimilar para lograr los cambios que requiere el Municipio. En primer lugar, es un hecho que esa diversidad de “aspirantes alternativos”, que pretenden liberar a la región de las castas politiqueras arraigadas por tanto tiempo, atomizan los votos y, a pesar de que algunos plantean propuestas muy similares, no asumen que antes que un logro personal interesa el desarrollo del Municipio y el bien común, y que por tanto es imperativo asociarse, trabajar en equipo, moderar sus egos y conciliar diferencias salvables. Si así lo hicieran, otra sería la suerte de este terruño.
Igual, cabe destacar que la enorme cifra de votos en blanco constituye una calamidad que urge superar. Sabemos que ellos representan ciudadanos que fueron capaces de llegar a las urnas para dejar constancia de que ninguna de las opciones merecía su confianza; son esos ciudadanos que suelen afirmar que la política es sucia, que todos los políticos son iguales, manipuladores, mentirosos, corruptos y otras cosas peores; son escépticos y con ello en nada ayudan a mejorar las cosas, por el contrario, contribuyen para que ganen los de siempre, aquellos a quienes repudian.
También, son personas que renuncian a ejercer su ciudadanía, que implica no solo exigir derechos sino cumplir deberes, y uno muy importante en el marco de la Democracia que supuestamente defendemos, es elegir las mejores personas para dirigir los destinos de la región y hacer de ésta una patria digna para todos.
Estos comportamientos permiten afirmar que Ibagué es un Municipio, con muchos “dolientes”, esos que lamentan, denuncian y repudian muchas cosas, pero es también un municipio con muy pocos “querientes”, esos que se interesan por mejorar las cosas y cumplen con la responsabilidad ciudadana de votar bien y, movilizar a muchos más para que compartan ese desafío.
La invitación es, entonces, en primer lugar a los candidatos “alternativos”, para que reflexionen sobre el futuro del Municipio y, con responsabilidad y generosidad, exploren la posibilidad de hacer alianzas sanas que permitan sacar del ruedo a quienes tanto daño han hecho a la región y sin escrúpulos se asocian hasta con el diablo con tal de perpetuarse en el poder para su exclusivo beneficio.
En segundo lugar, la invitación es a quienes no votan, a quienes votan en blanco, y a aquellos que “votan mal” para que no se contenten con un refrigerio, unos pesitos, unas tejas y unas promesas que no les cumplirán. La tarea es examinar a conciencia los antecedentes, las realizaciones y sus aliados, para identificar aquella persona que merezca su voto. En nuestras manos está la suerte de nuestro Municipio, que necesita “verdaderos querientes” y no solo “dolientes perpetuos”. Lo dicho vale para elegir alcalde y también para los demás cargos que elegiremos en octubre 2023. No más espera, es tiempo para reivindicarnos con Ibagué y el Tolima.
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