PUBLICIDAD
Fue valiente ante las dificultades que enfrentó, que no fueron pocas. Nació en el seno de una familia campesina en San Antonio-Tolima. Creció con su madre -doña Petra Bedoya- y ocho hermanos, porque a su padre lo asesinaron los violentos cuando Don José apenas tenía ocho años. Solo logró cursar la primaria en una escuela pública de San Antonio, y estimulado por su maestro desarrolló pasión por la lectura; fue un autodidacta y solía decir: “mi profesión es leer y muy temprano hice el compromiso conmigo mismo de seguir aprendiendo siempre”.
Con mucha fe, porque era un ferviente católico, con decisión, esfuerzo y trabajo intenso llegó lejos, nada menos que fue gobernador del Tolima (1986) por designación del Presidente Betancur y tuvo que asumir la dura tarea de atender el proceso derivado de la tragedia de Armero.
Cumplidos 99 años falleció el pasado 12 de septiembre y es notable el legado que nos deja. Sus amigos lo recuerdan como un hombre sencillo, amable, generoso, siempre dispuesto a ayudar. Conciliador, honesto y comprometido con causas altruistas. Supo trabajar en colectivo y eso lo mantuvo unido a otros tolimenses tan especiales como él: Santiago Meñaca, Roberto Mejía, Eduardo De León, Néstor Hernando Parra, Enrique García, con quienes fundaron Coruniversitaria -hoy Universidad de Ibagué-, que se convirtió en el más preciado de sus proyectos; de ese equipo también hicieron parte otros personajes especiales como Salomón Tovar, Jaime Zorroza, Gilberto Hurtado y Gustavo Cano.
Todos ellos eran empresarios exitosos, respetados y con alto reconocimiento en la región y, a pesar de que la mayoría de ellos no había cursado estudios universitarios, compartían la convicción profunda de que educar a los jóvenes era un asunto de máxima importancia y la mejor manera de aportar al desarrollo de la región y al creciente bienestar de las comunidades. Pero el compromiso con el Tolima de ese grupo excepcional de amigos no se limitó a fundar la Universidad, también habían creado la Asociación para el Desarrollo del Tolima –ADT-, la Corporación para el Desarrollo Humano y varias empresas y organizaciones de servicio que alcanzaron gran relevancia. Esa inyección de energía y entusiasmo que aplicaron, fue vital para sacar adelante tan importantes emprendimientos, con la fortuna de que por aquellos tiempos lograban trabajar en estrecha articulación con los gobernantes, que acogían con entusiasmo las valiosas iniciativas de ciudadanos como ellos.
De modo especial destacamos algunos mensajes que Don José solía reiterar y que aplicó a lo largo de su vida: “El mejor negocio del mundo es ser honesto porque siempre encuentra todas las puertas abiertas”; “Es importante que desde muy temprana edad se aprenda a tener claras las metas y a perseguirlas” y, “Las dificultades deben asumirse como estímulos para salir adelante y superar la pobreza, porque es necesario no tener mentalidad de pobre”
Don José Ossorio Bedoya nos deja, y sus dolientes no son solo su familia, su esposa, sus hijos y nietos, a quienes expresamos condolencia y solidaridad, también lo somos sus amigos que perdemos un gran consejero. Inmensa gratitud y admiración a Don José por tantas realizaciones y enseñanzas, que ojalá muchas personas asimilen porque es mucho cuanto nos dice, no solo sus mensajes sino, por sobretodo su ejemplo. Paz en su tumba.
Nota: El volumen I de la Serie Editorial “Tolimenses que dejan Huella” de Unibagué incluye una crónica sobre Don José, que invitamos a leer. El acceso es libre por la página web de la Universidad.
Comentarios