Ibagué florece y alegra los espíritus

Carmen Inés Cruz Betancourt

Imposible pasar por alto el maravilloso espectáculo que ofrece la profusión de ocobos que florecen en Ibagué en estas fechas.
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No solo son bellísimas sus flores, fuccia en su mayoría y otras rosadas y blancas, también esa lluvia de flores que vuelan con el viento para luego conformar un hermoso tapete. Una auténtica maravilla que alegra los espíritus y convoca miles de cámaras para registrar y circular sus imágenes por diversos medios. 

A este espectáculo se suman otros árboles también muy bellos, que matizan el escenario con flores de múltiples colores: violeta, rosado, amarillo y blancas, son los Gualandayes, los Cámbulos, los Chicalás y los arbustos llamados “Manto de la Virgen”, que han inspirado numerosas pinturas, canciones y poemas. Tanta emoción produce observar su florescencia que nos lleva a proponer que se trabaje un proyecto de amplio alcance para promover que se cultiven muchos más, no en forma espontánea sino muy bien planificada y respondiendo a un diseño artístico que incluya los aportes de especialistas en campos pertinentes. 

Ello implica asegurar que aprovechamos la ventaja de contar con el destacado Club de Jardinería de Ibagué, en el que participan señoras que dedican muchas horas de trabajo y enorme voluntad. También, la fortuna de tener a la Universidad del Tolima que cuenta con prestigiosos programas académicos en Agronomía, Ingeniería Forestal y Biología, que podrían asumir investigaciones sobre aspectos relacionados con la problemática que generan las raíces de los ocobos que fracturan los andenes -como se observa en los Barrios Belén y Cádiz-, hacen difícil el tránsito de peatones y hasta ocasionan accidentes; también, el hecho de que esas raíces se enredan en las tuberías y las fracturan. Se requiere, así mismo, el estudio de las diversas variedades de estos árboles, especialmente de los ocobos, porque parece que solo reconocemos aquellos de color fuccia –pero hay otros de color blanco y rosado. La idea es, entonces, trabajar una propuesta que involucre diversos actores e incluya múltiples espacios de la ciudad y de ese modo se engalane el entorno.

Además de los árboles mencionados, también se observan unos arbustos más pequeños llamados “Manto de la Virgen”, cuyas bellísimas flores blancas permanecen mucho más tiempo. Con ellos podrían conformarse viveros para obsequiar plántulas, o entregarlas a muy bajo costo, invitando a la ciudadanía a sembrarlas y cuidarlas, atendiendo especificaciones que defina el programa que se establezca. Este podría definirse y promoverse desde la Alcaldía de Ibagué y la CAR, con el apoyo de Juntas de Acción Comunal, organizaciones cívicas, colegios y universidades, para conseguir que niños, jóvenes y mayores se sientan responsables de participar y garantizar su sostenibilidad. Así, sumadas voluntades y capacidades de múltiples actores del sector público, privado y ciudadanía, se puede asumir este cometido y su éxito será una buena forma de expresar afecto por la ciudad y, de paso, imprimirle un distintivo de interés para turistas que lleguen a fortalecer la menguada economía regional y también para inspirar a otros municipios que pueden replicar la idea. 

Una ciudad que florece y valora su vegetación será también un aporte al cuidado de nuestra salud mental, una buena forma de alegrar el espíritu y el mejor escenario para la “Ciudad Musical”. Por supuesto, ello debe acompañarse de otras acciones orientadas a embellecer la ciudad, sobre las cuales trataremos en otra ocasión. 

Qué gran regalo para todos si logramos que nuestros parques, separadores de vías y antejardines mantienen hermosas plantas y una florescencia que aliente el espíritu y estimule la alegría. No es difícil, así que la invitación es para que lo intentemos. 

 

 

Carmen Inés Cruz

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