Todo un acontecimiento

Carmen Inés Cruz Betancourt

Imposible pasar por alto la noticia conocida esta semana sobre el nombramiento de una mujer –la Dra. Ana Isabel Gómez- como Rectora de la Universidad del Rosario, la primera desde su creación hace 370 años.
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Y cabe destacar que también la Universidad de los Andes cuenta actualmente con una mujer a la cabeza –la Dra. Raquel Bernal-, la primera Rectora en sus 76 años de creada. Así mismo sucedió en la Universidad Nacional de Colombia con la Rectora saliente –la Dra. Dolly Montoya-, la primera en los 157 años de creada. Todas ellas universidades de muy alto prestigio en Colombia

No oculto la alegría que me producen estos acontecimientos, en primer lugar porque, aún cuando muy lentamente, significan que algo está cambiando en términos del acceso de la mujer a las más altas jerarquías de las universidades. Instituciones que, aun cuando deberían ubicarse en la avanzada y con ello generar un “efecto de demostración” en procura de la equidad de género, se caracterizan como unas de las más conservadoras en ese sentido. 

En segundo lugar porque, puesto que yo misma tuve el privilegio de actuar durante diez años como rectora de una Universidad, la de Ibagué, una institución regional muy joven, puedo afirmar sobre la significación que tiene el hecho de que las mujeres visualicen posibilidades de llegar muy lejos como resultado de su esfuerzo, persistencia y compromiso. Y no solo las mujeres, también los hombres que deben habituarse a observar equidad de género en todos los ámbitos y muy especialmente en ese de la educación superior, no solo en el discurso sino materializado en hechos concretos como estos que estamos señalando.

Cabe destacar entonces, que se vislumbra cierta apertura en ese “techo de cristal”, ese límite evidente o sutil que impide o dificulta el acceso de las mujeres a posiciones de mayor jerarquía, aquellas en las que es posible incidir en la toma de decisiones y en la conducción de instituciones y comunidades, que la cultura patriarcal ha reservado para los hombres. Ese mismo que explica que las más altas jerarquías, en casi cualquier campo del quehacer humano, estén en manos de los hombres, mientras que a las mujeres les adscriben posiciones secundarias, independientemente de que demuestren  similares o mayores niveles de idoneidad.

Además de las citadas, otras pocas mujeres ejercen actualmente como Rectoras y a ellas no me refiero por limitaciones de espacio pero, en conjunto, representan una fracción pequeña en ese mundo de las Universidades en Colombia. Es así como, según cifras (a septiembre 2024) de la Asociación Colombiana de Universidades –ASCUN-,   de las 95 universidades afiliadas (35 estatales y 60 no estatales), solo 21 tienen rectoras (5 estatales y 16 no estatales). 

A las rectoras en ejercicio, queda desearles mucho éxito. Ellas son conscientes de que, independiente de la excelencia de sus hojas de vida y trayectoria, el hecho de que sean mujeres, les implica soportar el escepticismo de quienes no logran superar posturas “machistas”. Por tanto, serán más visibles, las observarán con lupa y las exigencias serán mucho mayores. Pero, seguras de su capacidad para desempeñar un gran papel, ellas representan un importante referente que invita a muchas más mujeres a continuar trabajando por una causa que no busca derrotar ni desplazar a los hombres, porque estamos hablando de posibilitar el acceso de la mujer a esos cargos, no por la condición de género sino, muy especialmente por su formación académica, calidad de su desempeño y liderazgo, y en cumplimiento de nuestro compromiso de contribuir con todo nuestro potencial a hacer de ésta una sociedad más justa y construir un mundo mejor.

CarmenInés Cruz

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