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En primer lugar señalaron que especialmente las personas mayores de bajos ingresos enfrentan condiciones muy difíciles, que si bien existen Hogares Geriátricos, son pocos, la mayoría tienen una dotación precaria y sus costos les resultan inaccesibles. Además, que la ciudad solo cuenta con dos ancianatos: El Divino Niño, en el sur de la ciudad, y el Jardín de los Abuelos, en las inmediaciones de El Salado; ambos son atendidas por comunidades religiosas, los residentes desbordan su capacidad y sobreviven con apoyo de algunos ciudadanos y una asignación la Alcaldía, que resulta insuficiente. Entre tanto, es alta la presión para que acepten más y más personas, es larga la lista de espera y hasta se ven personas en sus puertas clamando que las reciban.
Es evidente entonces la necesidad de ampliar el aporte estatal y considerar la posibilidad de crear otras instituciones que cumplan esta función, puesto que por razones conocidas, es una población que se incrementa en forma acelerada y no en el corto o mediano plazo sino en el inmediato.
Algunos afirman que este tipo de servicio no es la mejor opción, que es preferible que las personas mayores permanezcan en casa y allí reciban la atención debida, pero muchas de ellas no cuentan con familia en condiciones de atenderlas, bien porque han quedado solas o porque quienes comparten el techo deben salir a trabajar y no pueden pagar por su cuidado. Entonces se mantiene la necesidad de fortalecer este servicio; un compromiso que también deben asumir otros municipios donde existe la necesidad, porque si no lo hacen se estimula que quienes lo requieran opten por migrar a la capital a buscarlo.
En segundo lugar, señalan la importancia de que las entidades competentes cualifiquen gente que atienda las necesidades específicas de esta población, por ejemplo, se requieren Geriatras -especialistas que escasean en este entorno y también, auxiliares de enfermería y cuidadores.
Un tercer aspecto refiere al hecho de que, en general, instituciones como EPS, IPS, Laboratorios y otras que ofrecen servicios de salud, hoy pretenden que todo se tramite virtualmente, sin considerar que muchas personas pueden tener un celular básico pero no tienen internet ni manejan la virtualidad, A manera de ejemplo citan el caso de una señora mayor que habiendo llegado a una IPS a las 6:00 a.m, recibió la ficha # 50 y tres horas después, en la ventanilla solicitó cita médica, y la respuesta fue que debía tramitarla por la página web y le entregaron una tarjeta con los datos. La señora sumida en llanto explicó que venía del campo donde no había internet y tampoco tenía computador ni forma alguna de acceder a ese servicio, que había marcado muchas veces un teléfono y la ponían en turno pero luego la llamada se caía. A ello le respondieron: “lo siento mucho, nada puedo hacer”. Muchas personas de la fila reaccionaron con agresividad increpando a la empleada quien repetía que nada podía hacer, y efectivamente el asunto no dependía de ella sino de la entidad que la contrata, situación que se repite en todas las demás que, igual que ésta, ignoran la realidad de la población que pretenden servir.
También se evidencia desconsideración con los mayores -y con el resto de población- el hecho de que los documentos que emiten: historias clínicas, recetas, autorizaciones, etc, vienen escritas en una letra tan pequeña que ni con lupa se logra leer. Y no es para economizar papel porque con frecuencia se observan amplios espacios vacíos. ¿Por qué no programar el computador con una letra grande que facilite su lectura?
No queda duda, la empatía con las personas mayores es mínima, aún en asuntos que pudieran resolverse sin mayor dificultad.
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