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Por un lado, Ibagué necesita un buen gobierno, un gobierno limpio. La corrupción se ha erigido, tristemente, en protagonista de nuestra vida política y cultural, especialmente en los últimos años, llevándonos en contravía de lo que Unodc y otras organizaciones afines han manifestado en repetidas ocasiones: erradicar la corrupción es vital para lograr el desarrollo sostenible.
Las grandes sumas de recursos públicos que se pierden por esta causa podrían ser utilizadas para mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables. Si los votantes seguimos perpetuando la peligrosa y sucia estela de la corrupción en nuestra región, que comienza con las campañas políticas, sus cabecillas seguirán desviando nuestros recursos y nuestro futuro para su propio beneficio.
Por otro lado, un gobierno limpio también es necesario para que haya una ciudad verde y limpia. Esto implica, entre otras cosas, hacer de Ibagué un territorio ejemplo de movilidad sostenible. En América Latina, el modelo “carrocentrista” del siglo pasado llegó como símbolo de estatus social y progreso; hoy vemos que las ciudades a la vanguardia del desarrollo y el bienestar son aquellas que se centran en la ciudadanía, luego cuentan con una infraestructura de ensueño para peatones y ciclistas.
Para lograr un paisaje similar, es clave motivar el uso del transporte público, haciéndolo, además de ambientalmente sostenible, más eficiente, seguro e incluyente, así como impulsar el uso de alternativas de movilidad con cero emisiones, poniendo a rodar, de una buena vez, el sistema de bicicletas de uso compartido y la ampliación de la red de ciclorutas. No se trata de que Ibagué se convierta en Copenhague; simplemente, teniendo en cuenta que el transporte genera más de ¼ de los gases de efecto invernadero a nivel mundial, tomar acciones individuales y colectivas para reducirlos nos llevará por el buen camino.
Los boletines ODS del Centro de Información Municipal para la Planeación Participativa (www.cimpp.ibague.gov.co) ofrecen datos actualizados pero insuficientes para determinar qué medidas ha tomado la administración actual y cuál ha sido su impacto en la búsqueda de un mejor futuro para nuestra ciudad y nuestra Tierra.
Si bien es cierto que las metas globales parecen cada vez más inalcanzables, podremos mantener el optimismo al aceptar nuestra responsabilidad y sumarnos a las soluciones. En 2023, como ciudadanía ibaguereña activa y responsable, tenemos el deber de alinearnos con una propuesta de ciudad comprometida con el cambio social, económico y ambiental que necesitamos para forjar un desarrollo más sostenible a partir de 2030.
@pauuulamaria
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