PUBLICIDAD
Sin haber ganado nada, muchos de los mandatarios del país, empezando por el presidente, se montaron en el bus del triunfalismo y mandaron a la gente a celebrar antes de tiempo. Ese fue, apenas, el abrebocas. Alcanzó, incluso, para que el excelentísimo señor presidente, el nuestro, el de todos, sin sonrojarse, comparara la Selección Colombia con la Primera Línea. ¡Hágame el favor!
Pero lo que pasó el domingo en el Hard Rock Stadium de Miami fue realmente vergonzoso.
Los que fueron al estadio dicen que se sentían como en casa. No era para menos. Las ventas informales pululaban, se conseguía de todo, hasta lechona; los revendedores hicieron su trabajo como suelen hacerlo acá, a sus anchas; los falsificadores de boletas también. Mejor dicho, no faltó nada.
Cientos de asistentes, algunos los cuentan por miles, la mayoría colombianos por como iban ataviados, intentaron ingresar a la brava al estadio. Muchos, como viene sucediendo en los espectáculos que se organizan en Bogotá, no tenían boleta. Pregúntenle a los empresarios. Otros las compraron en sitios no oficiales y los tumbaron, eran falsas. La seguridad del evento trató de poner orden y no hubo manera. Nuestros compatriotas, dándoselas de avispados, quisieron entrar al estadio como fuera y pasó lo que tenía que pasar en un país donde las normas se respetan, sobre todo porque hay quien las haga respetar.
Hubo más. El distinguidísimo presidente de la Federación Colombiana de Fútbol terminó preso por dárselas de bravucón y agredir a un guardia de seguridad. La explicación que dio es una verdadera joya: “… esta credencial dice acceso total, y un guardia de seguridad de esos que quieren hacerse los importantes la desconoció. Le insistí en que podía entrar, y me empujó, y ahí se armó un tumulto ridículo, injusto…”. Conociendo al personaje no hay que esforzarse demasiado para imaginar la “decencia” y “humildad” con las que lo interpeló.
Desde la Dimayor le enviaron un mensaje de apoyo y solidaridad. La Federación hizo lo propio y emitió un comunicado justificándolo. Nos dejó absolutamente tranquilos. Fue, dijeron, una maniobra paternal instintiva para proteger a su hijo, un bolsón de 43 años, y a su familia. Faltó poco para exigirle a la juez, y a las autoridades federales, que se disculparan con él.
Lo que pasó en la final de la Copa América no es más que una radiografía de lo que somos. Ojalá no se nos olvide que los gringos son coorganizadores del próximo mundial. Seguramente nos van a recibir con los brazos abiertos… bueno… ¿o con las manos arriba?...
Comentarios