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Con esa idea fueron construidas muchas cárceles en el mundo, incluyendo el Panóptico que desde 1946 sirve de sede al Museo Nacional en Bogotá. Filósofos como Michel Focault y Zygmunt Bauman usaron el concepto para entender la sociedad y su control desde un poder, muchas veces inaccesible.
La televisión de finales del siglo pasado adaptó el concepto a los reality shows, un formato en donde los participantes son seguidos en cada paso y cada gesto en un espacio cerrado por decenas de cámaras de video para el disfrute de anónimos televidentes, sus nuevos guardianes. Y en esa paranoia del video, a alguien en la FIFA se le ocurrió que podría haber más control si se usara una tecnología con cámaras para pillar las milimétricas trampas de los indisciplinados jugadores.
El VAR (Video Assistant Referee) llegó el fútbol con el pretexto de reducir los errores arbitrales y aumentar la justicia en el juego. Sin embargo, en la práctica, ha generado más controversia que certezas.
La implementación del VAR ha llevado a retrasos en el juego, confusión entre los jugadores y los aficionados, y una sensación de que la tecnología está reemplazando la autoridad del árbitro en el campo. Además, las pausas para analizar las jugadas polémicas pueden durar varios minutos, lo que provoca el enfriamiento de los músculos de los jugadores y altera el ritmo del juego.
Pero hay otro aspecto que no se ha considerado suficientemente: el espíritu del deporte. La interpretación subjetiva de las reglas por parte de los árbitros humanos da espacio para las imprecisiones en las decisiones, pero siempre será preferible darle un margen a la imperfección humana. La imperfección es inherente al ser humano y, por lo tanto, es inherente al deporte.El fútbol no es solo un juego de reglas y tecnología, es un juego de pasión, emoción y espontaneidad. La imperfección humana nos acerca al espíritu del deporte, nos recuerda que en el fútbol, aunque haya estrategia y táctica, hay un reto impredecible jugado por seres humanos, no por robots. La tecnología debería ser una herramienta para mejorar el juego, no para reemplazar la esencia humana del deporte. El espectáculo también sufre en términos de ritmo. Cada interrupción del VAR es como si en las salas de cine nos interrumpieran las películas con comerciales.
Los muy interrumpidos juegos en la reciente Copa América y en el muy sonado escándalo de un gol anulado por el VAR luego de hora y media en los Juegos Olímpicos que se celebran en París, deberían motivar de facto un replanteamiento en el uso del VAR para encontrar un equilibrio entre la justicia y el espíritu del deporte. Me encanta la tecnología, pero debemos aceptar que la imperfección es parte del juego y que cualquier tecnología no puede reemplazar la autoridad y la intuición del árbitro en el campo. De lo contrario, hay un gran riesgo de que su mal uso acabe con la esencia del deporte que amamos.
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