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La presión por alcanzar la perfección, el ritmo acelerado de las rotaciones y las jornadas de trabajo son factores que ponen a prueba su capacidad física y emocional.
En este contexto, vale la pena recordar el juramento hipocrático, el compromiso de practicar la medicina con ética y dignidad. Este principio no solo debe aplicarse en la práctica clínica con los pacientes, sino también en los entornos de formación donde se educan los futuros profesionales. En este sentido, el rol del maestro adquiere mayor relevancia.
Es necesario que esta carrera, que demanda tanta resistencia, se convierta en un camino de aprendizaje y desarrollo personal, donde se pueda seguir adquiriendo conocimientos clínicos sin sacrificar la humanidad.
En este proceso, los maestros son claves para liderar equipos y enseñarles a los médicos en formación a conectar no solo con sus pacientes, sino también con ellos mismos, reconociendo cuándo necesitan ayuda.
Se requieren más maestros que sean inspiración para sus estudiantes, que sean guía en su trayectoria profesional, y que, sin perder su esencia, fomenten un equilibrio entre la vida personal y profesional.
Además, estos mentores deben promover la empatía, el respeto y la comprensión, al mismo tiempo que brindar el apoyo necesario para superar cualquier desafío.
Así como la educación médica es de alta calidad, la formación humana de los estudiantes debe ser igualmente sólida. El mundo no solo necesita a los mejores médicos con mayor experiencia, sino también a profesionales capaces de cuidar su propia salud para brindar la mejor atención a quienes confían en ellos.
La frase referenciada en medios de comunicación “¡Ustedes sí pueden! Ánimo”, del mensaje de despedida de la residente, nos invita a reflexionar sobre situaciones que quizás se han normalizado en múltiples aspectos de la vida y a las que no hemos prestado la suficiente atención.
Quienes ejercemos la medicina somos conscientes que la profesión nos exige enfrentar tanto física como emocionalmente diversas responsabilidades y cargas diarias que pueden resultar abrumadoras. Por ello, creemos en la importancia de una educación integral y el papel que cumplen quienes la imparten.
Es esencial enseñar habilidades para manejar estas presiones de manera efectiva, promoviendo la creación de entornos en los que los estudiantes se sientan valorados y apoyados.
La educación debe trascender, los maestros tienen una gran misión: educar para inspirar. Es fundamental hacer las cosas de forma diferente para transformar la historia de quienes pasan por sus aulas.
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