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En el mundo automotriz, en Estados Unidos, Europa, Japón, Corea del Sur, India y las demás naciones con ensambladoras de importancia planetaria como México, Brasil y Tailandia, sienten pasos de animal grande y, en consecuencia, tiemblan frente a la creciente competencia china, especialmente de los vehículos eléctricos e híbridos.
La industria automotriz, símbolo del poderío manufacturero del siglo pasado y exponente de maravillas mecánicas con miles de partes movibles producidas en función de la seguridad, le ha dado paso a la sostenibilidad ambiental, las baterías con ruedas, la electrificación automotriz de concepción mecánica simple, de bajo costo, mejor calidad, equipamiento y diseño superiores. Fundamentada en softwares de vanguardia en lugar de la compleja ingeniería mecánica del siglo XX. En Europa o Estados Unidos, un vehículo eléctrico cuesta el doble que uno de combustión. En China, los automóviles eléctricos e híbridos tienen un costo de producción 30% más bajo y tienen un precio 8% inferior a las unidades de combustión.
China lanzó su política automotriz en el Plan Quinquenal 2021-2025 con el objetivo de dominar el mercado mundial. Además de los subsidios masivos, la industria automotriz china goza de economías de escala formidables, derivadas de un mercado interno con una expansión vertiginosa y el declive del 25%, desde 2020, en la participación de las marcas extranjeras en China. Las compañías chinas desarrollan un nuevo vehículo en un año contra cuatro años en Europa y Estados Unidos, lo cual les ha permitido estar a la vanguardia del mercado.
Según la Asociación de Automóviles de China, las ventas de vehículos eléctricos e híbridos creció 48% en septiembre pasado a 1,2 millones de unidades, de las cuales 417 mil son BYD (Build Your Dream), líder mundial con 26.000 patentes. En Colombia, BYD -representado por Motorysa desde 2020- ocupa el primer lugar en el segmento de carros eléctricos con el 33%.
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