Leer las antiguas columnas cinematográficas de García Márquez, compiladas en el tomo “Entre Cachacos” de su obra periodística, resulta un ejercicio algo estéril aunque de un ineludible regusto a nostalgia cuando no se tiene la posibilidad de visualizar las mismas películas que allí reseñó, particularmente las que granjearon sus mayores elogios, para emitir nuestra propia opinión sobre éstas.
Michael Sandel, el prestigioso filósofo de la Universidad de Harvard y flamante ganador del Princesa de Asturias 2018 en la categoría de ciencias sociales, pasó hace un par de semanas por Madrid para dar una conferencia gratuita y al aire libre sobre cultura y democracia en promoción del nuevo libro de su propio hijo, el también filósofo Adam Sandel.
Mientras que a la pobre Han Kang le aparecen más amigos de los que ella misma sabía que tenía para hablar maravillas sobre sus novelas, cuando en esta misma tribuna hace casi exactamente un año nos quejábamos a viva voz de lo prácticamente imposible que era encontrarlas en el mercado español, ya no digamos en el colombiano, es importante tomarnos un instante para acallar la pirotecnia y honrar a todas las víctimas colaterales que deja su más que merecido encumbramiento en Estocolmo.
Diez años atrás, durante un viaje mochilero a la librería de la Universidad de Yale, aproveché una de esas promociones del tipo “el segundo libro al 50%” para hacerme con una copia de “¿Por qué fracasan los países?”, el texto de Daron Acemoglu y James A. Robinson que poco tiempo atrás había estado de moda en las sobremesas de todo el planeta.
Gracias al milagro tecnológico del wifi gratuito en los aviones, que nos permite usar WhatsApp durante los vuelos internacionales sin correr el innecesario riesgo de tumbar la aeronave por enviar demasiados emoticones amarillos partiéndose de la risa, con mi novia hemos adoptado una entretenida práctica para hacer más amenas las horas muertas en el aire: ver una película juntos, uno en tierra y el otro a miles de pies de altura, mientras la comentamos por chat.
No se ha hablado de nada diferente a lo largo de esta última semana. Los reflectores editoriales de todo el planeta están puestos sobre “Intermezzo”, la nueva novela de la irlandesa Sally Rooney, que acaba de llegar a los escaparates y que se espera, como es natural dada su popularidad, que se convierta en uno de los grandes lanzamientos de este año.
Las peripecias de que una persona igual a nosotros vaya por ahí haciendo estragos vicarios en nuestro nombre sin que la gente alrededor pueda distinguirle del verdadero yo ha sido una trama recurrente que ha dado muchísimo material en el mundo de las artes. Desde el clásico inmortal “El Doble” de Dostoievski hasta la aciaga película “Nosotros” de Jordan Peele, el desdoblamiento de la identidad es algo que nos inquieta profundamente.
¿Qué hace que un libro supere la prueba del tiempo y se convierta en un clásico? Esta es la polémica pregunta, sin respuesta forzosamente simple, que durante siglos ha perseguido a los académicos de la literatura.