La verdadera conspiración

Guillermo Pérez Flórez

Las teorías conspirativas están en auge. Han existido desde siempre, a lo largo de la historia, pero en esta época de bombardeo mediático con información no potable, son cada vez más frecuentes y sus simpatizantes se cuentan por miles. En EE.UU., por ejemplo, un 2% de su población (seis millones y medio de personas) cree que la tierra es plana y un 5% tiene dudas. Sus seguidores descreen de todo lo publicado por la Nasa, piensan que el hombre jamás ha viajado al espacio ni puesto un pie en la Luna.
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En Colombia en los años 70 del siglo pasado, por ejemplo, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional afirmaba que los exámenes de evaluación eran preparados por la CIA, para que la gente del pueblo no se graduara. Otros, mas suspicaces, afirmaban que la leche en polvo que repartía la Alianza para el Progreso volvía estéril a la gente para controlar la natalidad. Hace una semana me pusieron la primera vacuna contra el Covid-19, y el enfermero me enseñó la vacuna con la expresa solicitud de que me cerciorara de que no había ningún microchip. Sonreí. El hombre me dijo, no se ría que muchas personas se niegan a vacunarse porque creen que contiene un dispositivo para controlarlos.

A raíz del paro nacional que se lleva a cabo desde el 28 de abril pasado se han puesto en marcha varias narrativas sobre las protestas, algunas tienen ingredientes paranoicos. Hay para todos los gustos. Van desde la Revolución Molecular Disipada (RMD) hasta la que plantea que este estallido social está auspiciado por el Foro de Sao Paulo, Cuba y Venezuela, en conjunción con Fecode, los carteles de droga mexicanos, la disidencias de las Farc, la Segunda Marquetalia y el Eln. Encuentran evidencias probatorias en la captura de elementos que podrían darse a diario sin que existiera el paro, porque hacen parte del ‘paisaje delictivo’ creado por nuestro ‘modelo’ societario. El ‘vandalismo’, existe cuando hay jornadas de protesta, en épocas ‘normales’ también se da pero se le llama delincuencia. El último grito de la moda, es una teoría llamada el ‘Asalto asimétrico’, según la cual “las actuales protestas en Colombia son parte de un esfuerzo concertado y planificado para debilitar la democracia y el Estado de Derecho en toda la región”. ¡Qué miedo!

La verdadera ‘conspiración’ la viene revelando el Dane en sus informes sobre pobreza, pobreza extrema, desempleo e informalidad. El mayor ‘subversivo’ es el director de esa entidad, Juan Daniel Oviedo, probablemente el mejor funcionario de la actual administración. Un hombre “peligrosamente honrado”, lo llamó Alfonso Gómez, en la entrevista que le hice el pasado miércoles. Colombia no tendrá futuro mientras no seamos capaces de reconocer nuestras miserias, dejemos de decirnos mentiras y corrijamos el rumbo. Lo que realmente conspira contra las instituciones es la corrupción, el clientelismo, el chamboneo y el despilfarro. Pero los aparatos de propaganda de todos los pelambres están haciendo su tarea, han convertido las redes sociales en un campo minado, lleno de ‘información’ tóxica, y no nos dejan ver la realidad, que está a la vista de todos, a la vera de las carreteras, en las calles de las grandes ciudades, en los barrios miserables, en las veredas olvidadas, en donde germina la desesperanza, la frustración y el resentimiento. No le demos más vueltas.

GUILLERMO PÉREZ

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