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Una, que se trata de una operación destinada a generar repudio a la inteligencia artificial (IA), y más miedo del que ya existe, con el fin de regularla. Si alguien puede hacer videos o fotografías falsas y viralizarlas, lo más probable es que la gente apoye la regulación de esta herramienta tecnológica, que apenas comienza a asomar la cabeza y puede cambiar radicalmente la economía mundial.
La diferencia entre tener o no acceso a la IA, es más o menos la misma que hay entre los que se mueven a pie y los que lo hacen en jet. Es tan simple como eso. En un futuro próximo, vamos a experimentar verdaderas revoluciones en todos los campos del conocimiento, gracias a ella. Así que, entre poder usarlo y no poder, prefiero, sin dudarlo, lo primero. Créanme, todavía no sabemos qué puede pasar en términos de desigualdad en el desarrollo de los pueblos, debido a la IA. En lugar de regular el acceso, debería ser penalizado su uso indebido. Son dos cosas distintas.
Segunda hipótesis. El asedio a Taylor Swift fue orquestado por amigos republicanos de Trump, quien seguramente será su candidato presidencial, quienes temen que Swift vuelva a inclinar la balanza a favor de Joe Biden y lleve a cientos de miles de jóvenes a las urnas. Al fin y al cabo, es una chica rubia, de ojos azules, cercana al ideal supremacista blanco de belleza y moralidad, que defiende lo mismo que los demócratas, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual y la concesión de la ciudadanía a millones de inmigrantes indocumentados. Los republicanos le tienen tanto miedo que algunos creen que Taylor Swift es un "activo" del Pentágono, al servicio del actual ocupante de la Casa Blanca.
El ataque a Swift es el pistoletazo de salida de una campaña presidencial, en la que se enfrentarán dos personas mayores (Biden 81, Trump 77); una, un viejo olvidadizo y con problemas de movilidad, y la otra, un xenófobo histriónico y megalómano. Los dos representan tendencias en las que se divide el mundo contemporáneo. Trump encarna el negacionismo del cambio climático, la sociedad patriarcal, el nacionalismo y el darwinismo social (los débiles); Biden está más cerca de la ideología progresista, con una visión más pluralista de las sociedades. Es una polarización que no da tregua y divide a los pueblos en bandos casi irreconciliables, con estrecho margen para los acuerdos, en donde prevalecen las emociones.
De ahí el valor de las redes sociales, orientadas al disenso y a la descalificación del otro; y la importancia de artistas como Swift, que consolidan la política farándula, de la que Trump es gran exponente. De ahí el miedo que despierta entre sus huestes. La política también está viviendo una metamorfosis, antes se temía a Virginia Woolf.
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