¿Qué hacer frente al ELN?

Guillermo Pérez Flórez

¿El ELN quiere la paz? Es inconcebible que, tras 22 meses de negociaciones y después de conseguir los mayores avances en tres décadas de intentos, haya obligado al Gobierno a suspender el proceso de diálogo como respuesta al atentado terrorista contra la base militar de Puerto Jordán, Arauca, que dejó tres policías muertos y más de 25 heridos. Absurdo.
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Según fuentes militares, el responsable de este atentado es un tal ‘Raúl’, del frente ‘Domingo Laín’, a quien también responsabilizan del carro bomba contra las instalaciones de la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander, el 17 de enero de 2019, cuando asesinaron a 23 cadetes. Actos ‘heroicos’ y ‘revolucionarios’.

Esa estrategia es vieja y responde a la ‘doctrina’ del frente ‘Domingo Laín’, de ‘debatir en caliente’. Para hacerse oír, recurren a acciones terroristas. El historial del ELN está lleno de acciones como ésta. Refleja sus fracturas internas, que son históricas, y también una situación crítica: la desaparición del ideal romántico de esa guerrilla, que tuvo en sus filas al sacerdote Camilo Torres y que hechizó a dos o tres generaciones anhelantes de justicia social. La verdad ahora son los negocios, lícitos e ilícitos. El portafolio es diverso. El discurso, la simbología y el decorado son una máscara para ocultar las verdaderas motivaciones. Tienen más similitudes que diferencias con el Clan del Golfo, y piden que el Gobierno haga distinciones, cuando son ellos quienes deberían hacerlas. Hoy no se ven.

El presidente Petro se los dijo con claridad en enero del año pasado, cuando les preguntó a quién querían parecerse: sí a Camilo o a Pablo Escobar. Y es lo que no le gusta al señor ‘Antonio García’. Arauca es el mejor lugar para analizar esa metamorfosis. Allí controlan buena parte de la economía y del territorio, gracias al fracaso histórico del Estado central, como promotor de desarrollo económico y social. Esa ‘guerrilla’ está cómoda como está. Maneja contratos, rentas, negocios. No busca el poder porque lo tiene. Si entrega las armas, lo pierde. No muestra interés por la paz, puede ‘resistir’ otros setenta años. Hay que parar y rediseñar la estrategia.

Para empezar, ajustar el equipo negociador, en él no hay pesos pesados que encarnen una línea dura. Ceden a las peticiones con relativa facilidad y transmiten una idea de debilidad. Quizás la excepción sea José Félix Lafaurie. Contrasta con el equipo de Santos para negociar con las FARC, que incluía al general Mora, al general Naranjo y a Luis Carlos Villegas, entre otros. 

Las guerras civiles en Colombia terminaron con la de los Mil Días, a comienzos del siglo XX, y los conflictos armados con los acuerdos de La Habana y del Teatro Colón. Lo que tenemos ahora se inscribe en el concepto de las guerras nuevas, de las que habla la británica Mary Kaldor, guerras para controlar y explotar territorios, como en el Congo, en donde existen 150 grupos ‘guerrilleros’ de corte feudal, dedicados a las economías ilícitas. Para allá va Colombia si no se actúa ya. Éste es un desafío para el país, por eso hay que respaldar al presidente Petro en la decisión de suspender los diálogos.

El ELN debe sincerarse. Quiere abandonar la guerra, ¿sí o no? Pues siempre dinamita el proceso cuando comienza a avanzar. El problema no es el concepto de ‘paz total’, como lo afirman algunos. No. Es un problema antiguo que tristemente se ha degradado. Son dos cosas diferentes.


 

Guillermo Pérez

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