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Está visto que la autorregulación no nos caracteriza, que en buen porcentaje la mayoría de edad para tomar decisiones acertadas no se evidencia, por lo tanto, el toque de queda y el pico y cédula tendrán que regularnos como una medida garante de la salud y la vida.
No ha sido un año fácil, las jornadas laborales, para muchos, se incrementaron ostensiblemente, los requerimientos de unos y otros en el ámbito laboral, el cruce de reuniones a la misma hora, los mensajes urgentes por WhatsApp, las llamadas vía celular que no se pueden postergar, conllevan al estrés laboral, al burnout, entre otras.
Como consecuencias del sedentarismo se ha incrementado la obesidad y las afecciones mentales, que hay que enfrentar y seguramente pasarán cuenta de cobro en la calidad de vida de trabajadores víctimas de costumbres que impuso la pandemia, pero que se tendrán que regular por el bien de cada uno.
Por otro lado, están quienes piden a gritos ayuda por la falta de un empleo, por el cierre de su empresa, por la muerte de un ser querido, por la despedida de uno o muchos amigos cercanos y que a pesar de que el presente año ya esté llegando a su final, no podemos aún decir que con él se van los temores, los dolores, la pobreza. Según los datos registrados, el 2021 amenaza a 5 millones 600 mil colombianos de caer en la pobreza y 2 millones en la miseria.
En el mundo entero se avizora el incremento del hambre y, sin embargo, no veo que esta crisis haya transformado a la humanidad. Según el Departamento de Planeación Nacional, en el país se pierden y desperdician anualmente un total de 9.76 millones de toneladas de alimentos, lo cual equivale al 34 por ciento de la producción total. Y aún cuando sobre la seguridad alimentaria se vienen tomando medidas, no será fácil si la prioridad en Colombia no es para nuestros productores. Es inaudito que las cosechas se pierdan o tengan que venderse a precios ínfimos porque primero están los productos agrícolas importados como la papa o el mismo ajo chino, cuando en Colombia se tienen productores de toda variedad de frutas y verduras.
Entonces, se espera en primer lugar la defensa y seguridad de nuestros campesinos cultivadores de tierras, la seguridad alimentaria en alianza con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, el segundo de estos, en búsqueda de llegar al hambre cero.
Finalmente, quiero desear en nombre de mi esposo Luis Eduardo Chamorro Rodríguez, de mis hijos Jonathan Iván y María del Mar Mejía Rojas y en mi propio nombre, una Navidad en el seno de las familias, donde el encuentro sea para la felicidad y la solidaridad. Elevamos nuestra plegaria para pedir por la vida, la salud y la paz espiritual de cada uno de los habitantes del Tolima, de Colombia, de nuestros amigos y nuestra familia. ¡Feliz Navidad para todos!
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