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Resulta que con Pegasus no estamos frente a un simple juguetico de la CIA o a una ayuda para fiscalizar a los muchachos de los semáforos. No, no. Esto es espionaje de alto nivel, digno de Hollywood. Y mientras el colombiano de a pie, apenas sueña con una conexión a internet que le permita ver un meme o un video sin quedarse en “cargando”, en las altas esferas, por allá entre la Casa de la gente de arriba, pareciera que las sombras de la inteligencia estatal, Pegasus se mueve como pez en el agua.
Los que gobiernan, en sus misteriosas alocuciones, nos dicen que fue el antiguo dueño de la hacienda que compró un software de otro país por la modesta bicoca de once millones de dólares, no queda claro si fue ¿En efectivo o por cuotas de condensa? ¡Faltaba más! Nada de trámites bancarios aburridos ante un sistema que no sabe qué hacer con tanta plata de la gente trabajadora. Fue directo a las manos, entre vuelos sospechosos y maletines dudosos. Como si comprar semejante “juguetico” fuera tan natural como adquirir tamales en la plaza del Jardín en Ibagué. Pero no se confundan, aquí no estamos hablando de un programa para monitorear el tráfico de datos o revisar currículums vitae de los profesores que quieren trabajar en la noche en algún colegio de barrio. No, señores, esto es espionaje de ciber-alto calibre, ideal para saber qué come uno en el desayuno o cuántos vecinos de arriba le rezan al patriarca de Garzón -Huila.
¿Y para qué Pegasus? Pues con tanta información no sabemos si era para la próxima serie de Netflix en la categoría películas colombianas, lo que tengo claro es su significado “chismoseemos a todos los que nos caen bien”. Ahora, en un país donde el armadillo está más seguro enterrado en la montaña que el vecino que cocina en la Casa de Nariño, el software parece un chiste caro, especialmente mientras campesinos, cafeteros e indígenas siguen esperando algo más útil que la ilusión de un acuerdo. Porque claro, en plena COP-16, Colombia habla de paz con la naturaleza, pero bien podría empezar asegurando que sus propias comunidades no se queden sin oídos ni espaldas ante la violencia que sigue en aumento en los territorios más pobres de la nación
¡Y qué chuzadas! De repente, los tiempos de las interceptaciones parecen recordarnos que aquí el que no espía, no gobierna. Me duele ver desde los noticieros el estilo de las elites para gobernar el platanal de país que tenemos. Hoy las chuzadas no solo son del pasado, sino que se perfilan como el nuevo pasatiempo de la inteligencia de los gobiernos. Casi un eco sin fin, pero en versión siglo XXI, de esos buenos tiempos donde uno podía hablar libremente, sin saber que todo el mundo le pone quejas de mala gente a este humilde escritor.
Así que no se extrañen si al final, Pegasus no es solo otro “software espía”, sino el perfecto eslabón en nuestra cadena de absurdos, que nos recuerda que, en esta tierra bendita del sagrado Corazón de Jesús, lo único más certero que el sol naciente es el próximo escándalo de turno. Y ahora que le acabo de escribir esta columna, me pregunto, ¿me estarán infiltrando el teclado o las cuentas de trago que le debo a don Jorge en la esquina del barrio?
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